Mario Vargas Llosa: el adiós a un gigante de la literatura latinoamericana

Un repaso a la vida, obra e impacto político del nobel peruano que revolucionó la narrativa hispanoamericana y transcendió las fronteras de la ficción

Mario Vargas Llosa ha partido a los 89 años, dejando tras de sí un legado monumental en la literatura en español y una trayectoria vital tan compleja como cautivadora. Desde su irrupción en el boom literario latinoamericano hasta su incursión en la política y su criticado giro ideológico, Vargas Llosa fue protagonista de una vida en constante conflicto entre la imaginación y la realidad.

Un talento precoz marcado por la contradicción

Nacido el 28 de marzo de 1936 en Arequipa, Perú, Jorge Mario Pedro Vargas Llosa comenzó a escribir desde temprana edad. Su infancia, marcada por la ausencia inicial de su padre y una posterior vida bajo una rígida disciplina paterna, fue, como él mismo relató, "traumática". Tenía apenas 15 años cuando ya trabajaba como reportero policial en el diario La Crónica, una experiencia que le acercó al lenguaje de la calle y los dramas cotidianos.

Sin embargo, fue su experiencia en la Escuela Militar Leoncio Prado la que marcaría su primera gran novela, La ciudad y los perros (1963), un brutal retrato del autoritarismo castrense que provocó que el mismo ejército peruano quemara ejemplares del libro. Con esta obra, que ganó el Premio de la Crítica Española, irrumpió con fuerza en la escena literaria internacional.

El ‘Boom’ latinoamericano y el ascenso del maestro

Junto a Gabriel García Márquez, Julio Cortázar y Carlos Fuentes, Mario Vargas Llosa formó parte del célebre Boom de la literatura latinoamericana de los años 60 y 70. Este movimiento fue caracterizado por una renovación técnica y formal de la novela, en la que se fusionaban lo político con lo estético.

Obras como Conversación en La Catedral (1969) y La Casa Verde (1966) confirmaron que no se trataba de una promesa, sino de un talento consolidado. La crítica literaria internacional lo acogió como un estilista de primer nivel, comparado incluso con los grandes modernistas europeos como Flaubert.

Un Nobel esperado (y merecido)

El clímax de su carrera literaria llegó en octubre de 2010, cuando recibió el Premio Nobel de Literatura “por su cartografía de las estructuras del poder y sus imágenes mordaces de la resistencia, la rebelión y la derrota del individuo”. Aunque muchos consideraban que el galardón había tardado demasiado, su concesión no sorprendió a nadie.

El jurado de la Academia Sueca también reconocía implícitamente el peso geopolítico de Vargas Llosa, quien desde hacía décadas escribía columnas de opinión influyentes en destacados periódicos del mundo, como El País o Le Monde.

El escritor como político: de soñador a conservador

Vargas Llosa fue también una figura profundamente política. En sus inicios simpatizó con la Revolución Cubana y llegó a militar en células comunistas en su juventud, además de apoyar gobiernos de izquierda en América Latina. Sin embargo, tras desilusionarse con el régimen de Fidel Castro, viró ideológicamente hacia el liberalismo y una defensa vehemente del libre mercado y la democracia representativa.

Su candidatura presidencial en Perú en 1990, como líder del Frente Democrático (FREDEMO), fue una sorpresa. Promovió una agenda neoliberal que chocó con un país en crisis económica e inmerso en un brutal conflicto armado con Sendero Luminoso. Fue derrotado por Alberto Fujimori, quien inicialmente parecía moderado pero luego se convertiría en símbolo del autoritarismo y la corrupción en Perú.

Paradójicamente, al perder la elección, Vargas Llosa se salvó de diluir su figura literaria en la política. Como dijo su amigo —y crítico— Guillermo Cabrera Infante: “La pérdida incierta de Perú es la ganancia segura de la literatura”.

Una pluma inmortal: entre ficción y biografía

Vargas Llosa cultivó la novela con una fértil imaginación y un ojo crítico para retratar la historia. Obras como La Fiesta del Chivo (2000), basada en los últimos días del dictador dominicano Rafael Trujillo, o El Sueño del Celta (2010), inspirada en el irlandés Roger Casement, muestran su facilidad para entrelazar los hilos de la realidad con la ficción.

También se adentró en los laberintos autobiográficos con títulos como La Tía Julia y el Escribidor (1977), hilarante retrato de su primer matrimonio con Julia Urquidi —mayor que él y tía política— y El pez en el agua (1993), donde reflexionó sobre su fallida carrera presidencial.

En total, publicó más de 20 novelas, numerosos ensayos y decenas de piezas periodísticas. Entre sus últimos trabajos destacan El Héroe Discreto (2013) y Tiempos Recios (2019). Fue miembro de la Real Academia Española desde 1994 y residió entre Madrid, París, Nueva York y Lima.

Vida privada, escándalos y celebridad

La vida amorosa de Vargas Llosa también fue centro de atención mediática. Tras su divorcio con Patricia Llosa, su prima hermana con quien estuvo casado 50 años y tuvo tres hijos, inició una mediática relación con Isabel Preysler, socialité española y madre del cantante Enrique Iglesias. La pareja se separó en 2022, atrayendo titulares de la prensa rosa en España y América Latina.

Más allá del escándalo, su figura intelectual continuó siendo de enorme peso. Fue uno de los últimos escritores capaces de mezclar el compromiso público con la excelencia narrativa, fiel al lema que alguna vez expresó: “No hay literatura apolítica”.

Un legado que trasciende ideologías

La muerte de Mario Vargas Llosa en abril de 2025 supone el fin de una era para las letras en español. Fue —y sigue siendo— una presencia polarizadora: amado por su arte, criticado por sus posturas. Sin embargo, nadie puede cuestionar la potencia de su legado.

Como bien escribió en 1983: “El Perú es una enfermedad incurable y mi relación con él es intensa, dura y llena de la violencia de la pasión.”

La fogosidad de esa relación con el Perú, y por extensión con América Latina, alimentó una obra que seguirá siendo leída, discutida y admirada mucho después de su muerte. Mario Vargas Llosa vivió múltiples vidas en una: escritor, político, polemista, académico, amante, liberal, comunista… piernas distintas de un mismo cuerpo complejo que, al final, entregó su totalidad a la literatura.

Sus hijos confirmaron que será cremado y no habrá ceremonia pública. Pero su legado no necesita pompa para perdurar. Está —eternamente— en las páginas.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press