El peligro persiste tras las rejas: el brutal ataque en la prisión que reabre heridas del atentado de Manchester
Hashem Abedi, condenado por el atentado de 2017 en un concierto de Ariana Grande, volvió a ser noticia tras agredir violentamente a tres oficiales en la prisión de máxima seguridad de Frankland
Un recuerdo vivo del terror
El nombre de Hashem Abedi resuena con fuerza en el Reino Unido desde hace ya varios años. En mayo de 2017, su hermano Salman Abedi detonó un explosivo en el Manchester Arena al finalizar un concierto de Ariana Grande, dejando 22 muertos y más de 260 heridos. Hashem fue declarado culpable en 2020 por ser cómplice indispensable del ataque y condenado a 55 años de prisión.
Sin embargo, esta historia no ha terminado. El pasado sábado, Hashem Abedi volvió a ser protagonista de la violencia. En la prisión de alta seguridad de Frankland, en el noreste de Inglaterra, atacó a tres oficiales penitenciarios con agua hirviendo y armas caseras.
Una agresión premeditada
Según el comunicado del Prison Officers Association (POA), el sindicato que representa a los trabajadores carcelarios, Abedi arrojó aceite caliente sobre los oficiales y luego los apuñaló. Dos de ellos sufrieron heridas que pusieron en riesgo su vida: quemaduras, escaldaduras y heridas de arma blanca. Una oficial fue dada de alta el mismo sábado.
La agresión ocurrió en un centro de separación dentro de la cárcel, donde ciertos prisioneros de alta peligrosidad, incluyendo aquellos condenados por terrorismo, tienen acceso a instalaciones de cocina.
“Permitir que este tipo de reclusos acceda a cocinas y utensilios que pueden ser fácilmente convertidos en armas debería ser suspendido de inmediato”, afirmó Mark Fairhurst, presidente nacional del sindicato POA, durante una entrevista con la BBC.
¿Cómo pudo suceder esto?
La pregunta clave es: ¿cómo es que un prisionero condenado por terrorismo, identificado como de riesgo extremo, pudo acceder a herramientas peligrosas? El centro de separación está diseñado para albergar a individuos radicalizados, pero también con la intención de facilitar su rehabilitación. En este espacio, los reclusos tienen acceso limitado a libertades como cocinar sus propios alimentos.
No obstante, lo ocurrido sugiere una falla significativa en los protocolos de seguridad internos. Según Fairhurst, muchas de las medidas de control se han relajado en un intento de promover una convivencia más humana, pero esto se ha vuelto una amenaza para el personal.
“Estamos realmente preocupados por el efecto dominó y la posibilidad de incidentes por imitación. Este ataque fue brutal y totalmente no provocado”, agregó el presidente del POA.
Frankland: una prisión marcada por el extremismo
Frankland Prison no es una prisión común. Conocida por alojar a algunos de los criminales más peligrosos del Reino Unido, entre sus ocupantes se encuentran asesinos, violadores, y últimamente, varios terroristas convictos. Hashem Abedi era parte del llamado separation unit: un área especialmente creada en 2017 tras el incremento de actividades radicales en cárceles británicas.
Este programa llamado Separation Centres Scheme, fue implementado por el Ministerio de Justicia británico con el fin de “aislar a prisioneros radicalizados para evitar que influencien al resto de la población carcelaria”. Sin embargo, estos espacios también han sido criticados por generar justo lo contrario: mayor aislamiento y radicalización.
Repercusiones políticas y sociales
El ataque ha generado fuertes repercusiones en el Parlamento británico. Varios diputados conservadores han exigido una revisión inmediata del sistema de separación, mientras que miembros del Partido Laborista han exigido más recursos para la seguridad en las cárceles.
Actualmente, según cifras del gobierno británico, más de 200 reclusos considerados islamistas radicalizados están siendo monitoreados dentro del sistema penitenciario de Inglaterra y Gales. De ellos, se estima que alrededor de 30 se encuentran en unidades de separación como la de Frankland.
Desde 2019, al menos cinco ataques contra oficiales han sido relacionados con prisioneros de perfil radical. Muchos expertos consideran que esto no es una coincidencia, sino el reflejo de una estrategia de ataque sostenida por parte de individuos que continúan viendo su encarcelamiento como una extensión de su causa ideológica.
Una amenaza persistente
El terrorismo islamista, aunque ha disminuido en número de ataques en los últimos años, sigue siendo una amenaza constante. La Agencia de Inteligencia británica MI5 ha elevado en varias ocasiones el nivel de alerta por riesgo de terrorismo doméstico alimentado por prisioneros radicalizados o inspirados por ellos.
La conexión entre cárceles y nuevos ataques ha sido probada en múltiples ocasiones. Algunos de los atentados más notorios en Europa han sido perpetrados por individuos radicalizados durante su estadía en prisión. Casos como el de Usman Khan, quien tras salir de prisión cometió el ataque del Puente de Londres en 2019, siguen encendiendo las alarmas de las autoridades.
¿Rehabilitación o castigo?
El Reino Unido se enfrenta a una vieja pero fundamental pregunta sobre el sistema penitenciario: ¿hasta qué punto la rehabilitación debe ser una prioridad para los presos con antecedentes de terrorismo?
Las iniciativas como los programas de “deradicalización” han mostrado resultados mixtos. Según un informe del Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización (ICSR), menos del 10% de los convictos en estos programas terminan abandonando completamente sus ideologías extremas.
No obstante, cerrar estos espacios podría tener un efecto rebote. “En lugar de permitir acceso supervisado a ciertos derechos, se corre el riesgo de fomentar una narrativa de mártir y opresión, algo que muchas veces alimenta la ideología radical”, afirma el profesor Peter Neumann, experto en terrorismo del King’s College de Londres.
Un panorama sombrío
Los oficiales heridos de la prisión de Frankland permanecen hospitalizados en condición estable, pero con secuelas físicas y psicológicas importantes. Mientras tanto, la prisión ha comenzado una revisión interna de sus protocolos de seguridad.
La pregunta sigue flotando en el aire: ¿qué nivel de libertad, dignidad y rehabilitación debe concederse a quienes estuvieron detrás de uno de los atentados más dolorosos en la historia reciente del Reino Unido?
Hoy, ocho años después de la tragedia de Manchester, el nombre de Hashem Abedi despierta de nuevo el dolor de las víctimas, la ira de los ciudadanos y la urgencia de un replanteamiento penitenciario profundo.
La paz tras las rejas aún parece un lujo lejano.