Ecuador: ¿Repetición o redención democrática? Segunda vuelta entre Noboa y González reabre la batalla por el futuro del país

Con un clima de violencia marcada por el narcotráfico y una ciudadanía polarizada, Ecuador enfrenta otra crucial elección entre Daniel Noboa y Luisa González. ¿Será este el inicio de una nueva era política o más de lo mismo?

Por segunda vez en menos de dos años, Ecuador se enfrenta a una elección presidencial definitoria, protagonizada por los mismos actores: el presidente conservador Daniel Noboa y la abanderada de la Revolución Ciudadana, Luisa González. La repetición de este duelo no solo genera un déjà vu político, sino que también pone en evidencia el complejo ecosistema de inseguridad, polarización e incertidumbre que domina el país sudamericano.

Una segunda vuelta que parece primera

La historia se repite, pero el contexto se transforma. En octubre de 2023, Ecuador celebró elecciones extraordinarias tras la llamada "muerte cruzada" decretada por el entonces presidente Guillermo Lasso. En ese escenario urgido, Noboa y González alcanzaron la segunda vuelta, y el joven empresario resultó ganador con un discurso enfocado en la seguridad y la eficiencia tecnológica.

Ahora, tras las elecciones del pasado febrero, ambos vuelven a quedar en primer y segundo lugar, con márgenes casi idénticos (Noboa con 44,17% y González con 44%). Esto adelanta un balotaje que, según analistas locales, podría resolverse por escasos miles de votos.

Violencia desbordada: el telón de fondo de la campaña

Desde 2021, Ecuador ha sido azotado por una nueva ola de criminalidad alimentada por el boom del narcotráfico en la región andina. El país se ha convertido en un nodo clave para el tránsito de cocaína cultivada en Colombia y Perú, y sus puertos estratégicos, como Guayaquil, se han vuelto escenarios de guerra entre bandas criminales.

Entre 2019 y 2023, la tasa de homicidios se disparó de 6,85 a 46,18 por cada 100.000 habitantes. Aunque Noboa ha conseguido reducirla levemente a 38,76 en 2024 declarando el “conflicto armado interno”, aún está muy por encima del promedio regional, y la percepción de inseguridad sigue dominando las preocupaciones del electorado.

Las propuestas: dos visiones para un mismo dilema

Daniel Noboa, a sus 37 años, ha forjado una imagen de gestor pragmático. Heredero de un emporio bananero y debutante en la política como asambleísta, ha sostenido una estrategia basada en la "mano dura" contra el crimen, ampliando la presencia militar en las calles y tipificando como terrorismo las afiliaciones con organizaciones delictivas.

Sus políticas le han otorgado cierto respaldo en sectores urbanos, aunque también han generado preocupaciones sobre el respeto a los derechos humanos y prácticas democráticas. Tras la primera vuelta, Noboa denunció “irregularidades” en los resultados sin aportar pruebas concretas, provocando tensiones con los entes electorales y la comunidad internacional.

Luisa González, de 47 años, representa la continuidad del “Correísmo”, el movimiento liderado por Rafael Correa, presidente entre 2007 y 2017. Exfuncionaria durante esa era, su discurso gira en torno a la justicia social, la inversión pública en salud y educación, y la renegociación de acuerdos internacionales desfavorables.

No obstante, su cercanía con Correa es una espada de doble filo. Si bien moviliza a un núcleo duro leal, también despierta temores en amplios sectores que recuerdan el estilo autoritario y los múltiples procesos judiciales abiertos al expresidente.

Una ciudadanía dividida: entre el pasado y el presente

Más de 13 millones de ecuatorianos están habilitados para votar el 21 de abril, y el sufragio es obligatorio para quienes tienen entre 18 y 65 años. Las multas por abstención alcanzan los 46 dólares, un monto significativo en un país donde el salario mínimo es de apenas $460 mensuales.

Esta participación forzada se enmarca en un clima de escepticismo generalizado. Según datos del Latinobarómetro, en 2023 solo el 19% de los ecuatorianos confiaba en los partidos políticos, y apenas el 24% en el Congreso Nacional.

Para muchos votantes jóvenes, el dilema no está en elegir un modelo político, sino en evitar mayores retrocesos. Tanto Noboa como González seducen por contraste: él, como la cara joven del conservadurismo tecnocrático; ella, como la figura maternal de un Estado protector.

El factor geopolítico: Ecuador no está solo

No es casualidad que tanto Noboa como González prometan recurrir a ayuda internacional para combatir el crimen organizado. La violencia que vive Ecuador es consecuencia directa del reacomodo de los carteles tras el endurecimiento de las políticas antidrogas en México, Colombia y Centroamérica.

Agencias como la DEA, Interpol y Naciones Unidas ya colaboran con las fuerzas de seguridad ecuatorianas, y Washington ha ofrecido drones y asesoría técnica en el marco del Plan Andes. Sin embargo, la dependencia externa genera también vínculos delicados. ¿Está dispuesto Ecuador a pagar el costo político de ceder soberanía por seguridad?

¿Elecciones libres o predestinadas?

Si bien los observadores de la OEA y la Unión Europea han validado el proceso del pasado febrero, la denuncia de Noboa sobre supuestas “anomalías” ha sembrado dudas y tensiones innecesarias. En un país donde la memoria del fraude electoral aún está fresca, estas acusaciones pueden minar la legitimidad del ganador, cualquiera que sea.

Además, la campaña se ha visto empañada por actos de intimidación a candidatos locales, ausencia de debates públicos con profundidad, y una creciente desinformación en redes sociales. En este contexto, la transparencia de los resultados será crucial para evitar una escalada del conflicto político.

¿Y después del domingo?

Sea quien sea el vencedor, el próximo gobierno deberá enfrentar un país roto: violencia desbordada, desconfianza institucional, polarización territorial (coastal vs sierra), y una economía lastrada por la informalidad y el desempleo.

Según CEPAL, se espera que la economía ecuatoriana crezca apenas un 1,2% en 2025, una cifra insuficiente para absorber la creciente demanda de empleo y servicios básicos. Además, el déficit fiscal supera los 5.000 millones de dólares, y el riesgo país ha subido más de 200 puntos en el último trimestre.

El reto no es solo ganar, sino gobernar. Y en un país donde en los últimos cinco años han pasado cuatro presidentes, estabilidad parece ser el lujo que nadie puede garantizar.

Una lenta cicatriz para una democracia frágil

Como escribió el historiador ecuatoriano Enrique Ayala Mora: “La democracia ecuatoriana es un árbol raquítico. Sobrevive, florece de vez en cuando, pero no termina de echar raíces profundas.”

Este 21 de abril, Ecuador vota de nuevo con la esperanza de cerrar heridas, aunque sea parcialmente, y retomar un rumbo que muchos ya no alcanzan a visualizar. Solo el tiempo dirá si esta elección terminará siendo una reedición de los conflictos pasados, o el primer paso hacia una democracia más sólida e incluyente.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press