Robert F. Kennedy Jr. y su cruzada contra las vacunas: ¿ciencia o política?

El secretario de Salud de EE. UU. impulsa una investigación masiva sobre el autismo, alimentando teorías desacreditadas y desatando una nueva guerra cultural en medio de la administración Trump

Un nuevo frente en la guerra cultural estadounidense

El secretario de Salud y Servicios Humanos de Estados Unidos, Robert F. Kennedy Jr., ha anunciado un ambicioso plan federal para investigar las causas del autismo, una condición que afecta a 1 de cada 36 niños en el país, según datos recientes del CDC (Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades). Pero esta no es una iniciativa científica convencional.

Durante una reunión del gabinete televisada junto al expresidente Donald Trump, Kennedy Jr., conocido por sus posturas antivacunas, afirmó que su equipo conducirá un “esfuerzo masivo de pruebas e investigación” con cientos de científicos, cuyo informe estará listo en septiembre. A pesar de que numerosos estudios han demostrado que no existe una relación entre las vacunas y el autismo, tanto Kennedy como Trump han insinuado persistentemente lo contrario.

Una teoría desacreditada que se rehúsa a morir

La hipótesis que vincula las vacunas con el autismo fue popularizada por un estudio publicado en 1998 por el exmédico Andrew Wakefield. Años después, el estudio fue retractado por fraude científico y Wakefield perdió su licencia médica. Sin embargo, la desinformación ya había echado raíces.

A pesar del consenso científico mundial que descarta esta teoría, Kennedy ha hecho de esta batalla uno de los pilares de su carrera activista. Organizaciones como Autism Speaks y la propia Academia Americana de Pediatría la califican como peligrosa. “Las vacunas no causan autismo. Punto”, ha sostenido la directora médica de los CDC, Brenda Fitzgerald.

Según un meta-análisis publicado en 2019 en la revista Annals of Internal Medicine, realizado con datos de más de 1.2 millones de niños, no se encontró evidencia de que el autismo esté relacionado con la vacunación.

Una investigación cargada de sesgo y personajes polémicos

La investigación encabezada por Kennedy incluirá a figuras controvertidas como David Geier, un individuo que ha promovido repetidamente el vínculo entre vacunas y autismo. Geier fue sancionado en el estado de Maryland por practicar medicina sin licencia. Su reclutamiento como investigador principal levanta serias dudas sobre la imparcialidad y validez científica del proyecto.

Numerosos expertos consideran que este tipo de iniciativas pueden desviar recursos y atención de investigaciones necesarias sobre otras causas más plausibles del autismo.

¿Qué sabemos realmente sobre las causas del autismo?

  • La evidencia más sólida apunta a factores genéticos. Estudios con gemelos han demostrado que los genes juegan un papel importante.
  • Factores ambientales potencialmente vinculados incluyen exposición prenatal a pesticidas, contaminación del aire, parto prematuro, bajo peso al nacer, problemas maternos durante el embarazo o concepción a edades avanzadas.

El Instituto Nacional de Salud (NIH) ya invierte más de 300 millones de dólares anuales en la investigación del autismo, abordando estas líneas legítimas de estudio.

El papel de la política en la ciencia de la salud pública

La relación entre la política y la ciencia nunca ha sido sencilla, pero la administración de Trump ha mostrado una fuerte intervención ideológica en temas de salud pública. Desde el manejo de la pandemia hasta estos nuevos esfuerzos en torno al autismo, el patrón es claro: la ideología frecuentemente gana terreno sobre la evidencia y el consenso científico.

Trump ha alentado repetidamente ideas infundadas sobre el origen del autismo. En la reunión junto a Kennedy, afirmó que "hay algo artificial que lo está causando", sugiriendo alimentos, vacunas u otros factores sin sustento. Estas declaraciones contrastan con su rechazo frontal a las políticas de ciencia basada en datos promovidas por agencias como los CDC y el NIH durante su mandato.

Una batalla que va más allá de la medicina

Este episodio forma parte de una guerra más amplia sobre la identidad, la ciencia y la autoridad. Al igual que las recientes medidas de la administración de Trump contra los pronombres en firmas de correos electrónicos –indicando diversidad de género–, o el esfuerzo por limitar el acceso de periodistas con ciertas posturas, estamos ante una ola de decisiones que transforman lo científico en político y lo político en ideológico.

La retórica del exmandatario y del secretario de Salud canaliza las preocupaciones –reales o fabricadas– de ciertos sectores de la población que desconfían de la ciencia, del cambio social y del progreso inclusivo.

Las consecuencias reales de promover desinformación

Mientras aumentan los rumores y teorías infundadas, los efectos pueden ser devastadores. La desconfianza hacia las vacunas llevó durante la última década a rebrotes de enfermedades como el sarampión en países donde se creía erradicado. En 2019, EE. UU. reportó más de 1,200 casos de sarampión, el número más alto desde 1992, en gran parte vinculado a comunidades antivacunas.

Al centrar la atención en falsas pistas, también se resta recursos a programas de intervención temprana, terapias y apoyo para las familias, algo que realmente mejora la calidad de vida de las personas en el espectro autista.

¿Qué motivaciones hay detrás?

El enfoque de Kennedy Jr. no parece responder a vacíos en la ciencia, sino a una narrativa política en busca de consolidar una base ideológica que desconfía de las instituciones modernas. Esta estrategia ha sido común en los últimos años tanto en EE. UU. como en otros países, donde el populismo político suele acogerse a teorías conspirativas para avivar el apoyo electoral.

Cabe recordar que Robert F. Kennedy Jr. fue recientemente candidato presidencial, y no es descabellado pensar que estas iniciativas sean pasos simbólicos para solidificar su imagen como un supuesto defensor del pueblo frente al “consenso científico corrupto”.

La importancia de la transparencia y el pensamiento crítico

Más allá de las ideologías, la salud pública necesita sumar, no dividir. Investigar el autismo es clave, pero debe hacerse con rigor, transparencia e integridad científica. Los datos deben hablar por sí solos, no por voceros con una agenda previa.

Como ciudadanos, también es fundamental exigir responsabilidad y criterio cuando se invierten recursos estatales en investigaciones que pueden tener impacto nacional e internacional.

Frente a la incertidumbre que genera el autismo –una condición aún en parte misteriosa–, no podemos permitir que la especulación despliegue una sombra que oculte el trabajo de cientos de científicos honestos que sí buscan respuestas reales.

En definitiva: esta nueva “investigación masiva” encabezada por Kennedy Jr. refleja más una jugada política que un compromiso genuino con la ciencia. Un recordatorio más de que en tiempos polarizados, la ciencia puede ser el campo de batalla de todas las guerras culturales.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press