¿Una nueva era para los kurdos en Turquía? El delicado equilibrio entre paz y poder

Erdogan se sienta con políticos pro-kurdos después de décadas de conflicto; ¿es genuina la búsqueda de reconciliación o una jugada estratégica para perpetuarse en el poder?

El conflicto kurdo: una herida abierta desde hace más de 40 años

El conflicto entre Turquía y el Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) ha sido una de las luchas armadas internas más prolongadas del mundo contemporáneo. Desde 1984, esta guerra no declarada ha cobrado la vida de más de 40.000 personas, en su mayoría kurdos y miembros de las fuerzas de seguridad turcas.

Por décadas, el PKK ha exigido mayor autonomía y derechos culturales para la población kurda, que representa entre el 15% y el 20% de la población turca. Inicialmente con una ideología marxista-leninista, evolución mediante, el PKK ha mostrado un enfoque más democrático-confederalista, influenciado por las ideas del estadounidense Murray Bookchin, especialmente desde la detención de su líder Abdullah Öcalan en 1999.

Una histórica reunión en Ankara: ¿un verdadero cambio o una finta política?

El presidente turco Recep Tayyip Erdogan sostuvo el pasado jueves una reunión inédita con figuras destacadas del Partido de la Igualdad y Democracia de los Pueblos (DEM), identificado como afín a la causa kurda. A este encuentro acudieron los diputados parlamentarios Pervin Buldan y Sırrı Süreyya Önder, ambos veteranos en los esfuerzos de paz con el PKK.

La cita, que duró una hora y media en el Palacio Presidencial, fue calificada por Önder como “muy positiva”. Expresaron optimismo respecto a la posible reactivación de las negociaciones. Presentaron a Erdogan un informe sobre el estado actual del proceso de paz, haciendo hincapié en la necesidad de acelerar el ritmo de los diálogos.

Un alto el fuego silencioso desde febrero

La reunión llega tras una secuencia clave de eventos: en febrero, Öcalan, desde su prisión en la isla de İmralı, pidió al PKK disolverse y deponer las armas. A los pocos días, el grupo insurgente declaró un alto el fuego unilateral. Este paso surgió ante un panorama regional convulso, incluyendo la guerra en Gaza, la fragmentación de Siria tras la caída del régimen de Assad y el debilitamiento de Hezbollah en Líbano.

No obstante, el gobierno turco no ha ofrecido contraprestaciones públicas. Más bien, continuó su ofensiva militar en el norte de Irak contra células del PKK, además de respaldar a grupos sirios que combaten a milicias kurdas afiliadas al grupo.

¿Una jugada de ajedrez constitucional?

Muchos observadores políticos coinciden en que el verdadero motivo detrás de este aparente acercamiento es electoral y constitucional. Erdogan enfrenta un límite presidencial para el año 2028. Para sortearlo, necesita impulsar una nueva Constitución que, presumiblemente, le permitiría continuar en el poder.

Y aquí entra el juego kurdo. El DEM Party es percibido como un actor clave capaz de brindar votos cruciales en el Parlamento y entre el electorado kurdo. A cambio, ciertos sectores esperan avances en derechos lingüísticos, culturales y administrativos.

La presión judicial sobre el movimiento kurdo

Mientras el gobierno turco dialoga con unos, reprime a otros. En los últimos meses, varios alcaldes del DEM Party han sido destituidos arbitrariamente por supuestos vínculos con el terrorismo y reemplazados por funcionarios designados por Ankara. Esta práctica, muy criticada por organizaciones internacionales de derechos humanos, desalienta las posibilidades de una negociación con trato igualitario.

Según Human Rights Watch: “El patrón sistemático de remoción de cargos electos kurdos socava profundamente la democracia local y crea un clima de temor”.

Abdullah Öcalan: ¿pieza clave aún desde la prisión?

Abdullah Öcalan, en prisión desde 1999, sigue siendo un actor clave simbólicamente. El PKK ha solicitado que se le libere para “dirigir personalmente” un congreso que llevaría a la desarticulación definitiva del movimiento armado.

No es la primera vez que Öcalan juega un papel conciliador. En 2013, llamó también al alto el fuego y participó indirectamente en las mesas de diálogo. Sin embargo, para muchos sectores nacionalistas turcos, la liberación de Öcalan es inaceptable, pues lo siguen viendo como un terrorista principal responsable de miles de muertes.

Ecos del proceso de paz fallido de 2013-2015

Entre 2013 y 2015, Turquía vivió una tregua esperanzadora. Hubo desarme parcial, contactos directos entre el MIT (inteligencia turca) y el PKK, e incluso participación de delegaciones de paz internacionales, como la noruega.

No obstante, el proceso colapsó tras las elecciones de junio de 2015, cuando el partido pro-kurdo HDP (antecesor del DEM) superó el umbral del 10% y arrebató a Erdogan la mayoría parlamentaria. Como respuesta, reinició las hostilidades, acusando al PKK de haber utilizado la tregua para rearmarse.

Desde entonces, los enfrentamientos se intensificaron; ciudades kurdas como Cizre y Nusaybin fueron devastadas por operaciones militares de “limpieza”.

Reacciones internacionales ante los últimos desarrollos

La comunidad internacional ha recibido con cauteloso optimismo esta nueva fase. La Unión Europea, que ha exigido por largo tiempo una solución pacífica al conflicto kurdo, declaró estar “observando muy de cerca” los pasos de Ankara y espera “medidas concretas” que vayan más allá de una reunión protocolaria.

Por su parte, Estados Unidos mantiene al PKK en su lista de organizaciones terroristas, pero coopera con fuerzas kurdas en Siria afiliadas al grupo. Esta ambigüedad ha generado tensiones con Turquía, que acusa a Washington de mantener un doble rasero.

Erdogan y el equilibrio imposible

La figura de Erdogan es, sin lugar a duda, polarizante. Para algunos, es el único líder que se atrevió a romper el tabú de hablar con los kurdos y con el PKK. Para otros, utiliza el conflicto como instrumento de manipulación política.

En palabras del analista político Cengiz Çandar: “Erdogan controla el acelerador y el freno del proceso de paz. Lo usa cuando le conviene y lo entierra cuando le estorba”.

¿Qué podría significar un verdadero proceso de paz?

Un acuerdo exitoso debería incluir múltiples niveles:

  • Reducción progresiva del armamento y presencia del PKK en Turquía y el norte de Irak.
  • Garantías a los derechos culturales y lingüísticos kurdos.
  • Participación política sin criminalización de líderes kurdos.
  • Una mediación neutral de organismos internacionales para legitimizar el diálogo.

Además, los analistas coinciden en que sin la normalización del estatus de Öcalan, las bases del PKK difícilmente aceptarían una disolución unilateral sin sentido de pertenencia e identidad política.

La cuenta regresiva para 2028

Con la mirada ya puesta en 2028, cuando termina el mandato de Erdogan, toda acción que tome será mirada con sospecha electoral. Pero si realmente apuesta por una salida al conflicto histórico, sería la oportunidad de consolidar su legado más allá del poder: traer la paz a una nación dividida.

Solo el tiempo dirá si esta negociación es una jugada táctica temporal o el inicio genuino de una nueva era para Turquía y el pueblo kurdo.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press