La lucha por el control del Canal de Panamá: ¿geopolítica, soberanía o negocio?
Estados Unidos acusa a China de amenazar la seguridad regional desde el istmo, mientras Panamá intenta navegar entre potencias en pugna
Por décadas, el Canal de Panamá ha sido uno de los puntos más estratégicos del planeta. Una obra monumental inaugurada en 1914, cuyo paso conecta los océanos Atlántico y Pacífico, optimizando el comercio mundial. No es de extrañar, entonces, que el pequeño país centroamericano vuelva a convertirse en el eje de una disputa geopolítica entre gigantes: Estados Unidos y China.
Una visita clave en tiempos turbulentos
El Secretario de Defensa de Estados Unidos, Pete Hegseth, causó revuelo esta semana al visitar Ciudad de Panamá y referirse enérgicamente al creciente involucramiento de China en el país. Durante la Conferencia de Seguridad de América Central —celebrada el miércoles—, Hegseth alertó sobre lo que calificó como una peligrosa estrategia china para ampliar su influencia militar y económica en el hemisferio occidental.
Entre sus declaraciones más directas, afirmó: “El ejército de China tiene una presencia demasiado grande en el hemisferio occidental. No se equivoquen, Pekín está invirtiendo y operando en esta región para obtener ventajas militares y económicas desleales.”
Estas palabras resonaron con fuerza, especialmente tras su reunión del día anterior con el presidente panameño José Raúl Mulino y su visita formal al Canal de Panamá. Ambos países acordaron reforzar su cooperación en seguridad e incluso revisar las tarifas que los buques de guerra estadounidenses deben pagar por el paso.
China responde con fuerza: soberanía panameña en juego
La respuesta china no se hizo esperar. Tras el encuentro Hegseth-Mulino, la Embajada de China en Panamá emitió un comunicado enérgico a través de su cuenta oficial en la red social X (antes Twitter). El mensaje denunciaba una supuesta utilización de “chantaje” por parte de Estados Unidos para lograr sus intereses, y reafirmó que la decisión sobre negociar con empresas extranjeras es exclusivamente una cuestión de soberanía panameña.
Esta reacción se vinculó directamente con el arrendamiento que mantiene el consorcio CK Hutchison —con sede en Hong Kong y con vínculos históricos con el gobierno chino— sobre los puertos ubicados en ambos extremos del canal. El contrato tiene una duración de 25 años, pero ha sido controversial desde hace tiempo.
El Gobierno de Panamá anunció una auditoría sobre dicho contrato y, al cierre del lunes, determinó que existían “irregularidades”. Por su parte, CK Hutchison negó cualquier anomalía y declaró que pronto vendería su participación mayoritaria a un consorcio liderado por la firma estadounidense BlackRock Inc., lo cual cambiaría el control de esas instalaciones en favor de intereses norteamericanos.
Un canal entre potencias: una historia larga y compleja
El Canal de Panamá tiene un historial largo de fricciones entre Estados Unidos y otros actores globales. Fue construido bajo la influencia directa de Washington, que controló su administración y seguridad hasta el año 1999. Desde entonces, Panamá ha ejercido soberanía plena sobre la vía interoceánica, aunque siempre bajo una atmósfera de expectación internacional.
China, por su parte, ha incrementado su presencia en Panamá desde que el país centroamericano rompió relaciones diplomáticas con Taiwán y reconoció al gobierno de Pekín en 2017. Desde entonces, la nación asiática ha invertido considerablemente en infraestructura estratégica, logística portuaria y telecomunicaciones.
Según datos del Ministerio de Comercio e Industrias de Panamá, más de 150 empresas chinas operan actualmente en el país. Entre estas destacan proyectos de energía renovable, metro urbano, y terminales logísticas. A ojos de Washington, esto representa una “puerta trasera” para el poder militar chino en América.
¿Seguridad regional o intereses económicos?
En la conferencia de seguridad, Hegseth no solo se refirió a China. También llamó a los gobiernos latinoamericanos a formar un bloque coordinado para combatir el crimen organizado y la migración masiva. En su visión, estos fenómenos están ligados de manera indirecta al crecimiento de la influencia china, que podría generar condiciones de competencia desleal y generar vulnerabilidades para la región.
Sin embargo, distintos analistas cuestionan este enfoque. Para Guillermo Arenas, politólogo panameño, “el discurso de amenaza permanente afecta las relaciones diplomáticas”. En su opinión, “la seguridad regional se construye desde la cooperación, no desde la advertencia de dominación militar”.
Además, vale la pena notar que Estados Unidos mantiene una base militar y múltiples instalaciones de inteligencia en América Central y el Caribe. Muchos países interpretan sus movidas como una forma de mantener su hegemonía hemisférica.
¿Quién gana y quién pierde con estas tensiones?
En medio de esta lucha entre colosos geopolíticos, el mayor riesgo para Panamá es perder autonomía política. El país necesita inversiones externas para sostener su crecimiento —estimado en 6.0% del PIB en 2023 según el Banco Mundial—, pero también requiere preservar su neutralidad.
De acuerdo con el analista Rodrigo Meléndez, “si Panamá se percibe como un país alineado con una sola potencia, puede acabar aislado de otras fuentes de financiamiento”. La estrategia correcta, según él, sería implementar controles, auditorías independientes y mantener un sistema transparente.
Por su parte, los trabajadores panameños han expresado preocupación por los constantes cambios de operadores portuarios. Un estudio del CIDES revela que el 37% de los empleos portuarios formales han sido afectados en periodos de transición administrativa, debido a despidos, recortes o renegociaciones de derechos laborales.
¿Una reedición del siglo XX?
Para muchos observadores, estas tensiones evocan la diplomacia de la cañonera del siglo XX, cuando Estados Unidos imponía su poder en América Latina por medio de intervenciones y control territorial. Hoy la lucha es menos visible, pero igual de intensa, y ocurre dentro del ámbito de los contratos, licitaciones, relaciones diplomáticas y presencia económica.
La venta parcial de CK Hutchison a BlackRock Inc. podría representar una victoria estratégica para Estados Unidos. Pero si esto se percibe como una imposición y no como una solución transparente, la soberanía panameña se verá nuevamente erosionada.
Panamá: equilibrista entre dos gigantes
En definitiva, el caso del Canal de Panamá vuelve a mostrar cómo las infraestructuras críticas pueden convertirse en piezas centrales del ajedrez global. No es solo un tema de barcos y comercio, sino también de alianzas, modelos de desarrollo y futuro geopolítico.
Panamá debe afrontar un dilema complejo: atraer inversión extranjera sin caer en la trampa de la dependencia política. Para lograrlo, debe fortalecer su institucionalidad, garantizar transparencia en los contratos públicos y preservar un delicado equilibrio entre Oriente y Occidente.
Porque a fin de cuentas, si la historia nos ha enseñado algo, es que los canales no solo conectan océanos, sino también mundos ideológicos y económicos. Y, a veces, mantener abierta esa conexión requiere más diplomacia que cañones.