Sarkozy, Gadafi y un escándalo que remueve heridas: ¿a qué precio se reanudaron las relaciones con Libia?

Un análisis sobre el juicio que enlaza corrupción política, ataques terroristas y una oscura diplomacia entre Francia y la Libia de Muamar Gadafi

El regreso de una sombra incómoda: el juicio contra Nicolas Sarkozy

Francia vuelve a enfrentar uno de sus capítulos diplomáticos más polémicos con el juicio contra el expresidente Nicolas Sarkozy, acusado de financiar ilegalmente su campaña presidencial de 2007 con fondos provenientes del régimen libio de Muamar Gadafi. Este proceso no solo reviste importancia judicial, sino que también reabre profundas heridas en la memoria colectiva de las víctimas de atentados terroristas ligados a Libia en los años 80.

El juicio, que comenzó en enero de 2024 y finalizó hace pocos días con los alegatos finales de la defensa, ha expuesto una serie de encuentros ocultos, acuerdos dudosos y el uso geopolítico de la memoria histórica como ficha en una partida de ajedrez diplomático.

Un pasado explosivo: Lockerbie y el vuelo UTA 772

En 1988, el mundo fue sacudido por el atentado contra el vuelo de Pan Am 103 sobre Lockerbie, Escocia, causando la muerte de 270 personas, incluidos 190 estadounidenses. Tan solo un año después, en 1989, una bomba explotó en pleno vuelo del UTA 772 sobre Níger, matando a 170 personas, entre ellas 54 franceses. Ambos ataques fueron atribuidos a agentes del régimen libio por investigaciones estadounidenses y francesas.

El dolor de los familiares, muchos de ellos presentes en el juicio contra Sarkozy, aún resuena. Para Nicoletta Diasio, hija de una de las víctimas del vuelo UTA 772, la sospecha de que la memoria de su padre pudo haberse utilizado como moneda de cambio genera indignación. “¿Qué hicieron con nuestros muertos?”, preguntó ante el tribunal.

Del aislamiento al abrazo diplomático

Libia fue visto durante décadas como un estado paria. No fue hasta 2003 que Gadafi comenzó su proceso de reintegración internacional: aceptó la responsabilidad por ambos atentados, pagó compensaciones millonarias y anunció el desmantelamiento de su programa de armas nucleares, lo que llevó a que comenzaran a levantarse las sanciones internacionales.

Este cambio fue recibido con brazos abiertos por varias potencias occidentales. En 2007, Sarkozy logró lo impensable: recibir a Gadafi con honores de Estado en París, en una visita oficial de cinco días que aún genera controversias. Gadafi incluso instaló su tradicional tienda beduina cerca del Palacio del Elíseo.

Lo que debería haber sido una jugada diplomática estratégica se convirtió, para muchos franceses, en un gesto humillante y una señal de complicidad con un dictador manchado por la sangre de ciudadanos franceses y europeos.

Las enfermeras búlgaras y una solución política

Un hito diplomático clave fue la liberación en julio de 2007 de cinco enfermeras búlgaras y un médico palestino, acusados en Libia de haber infectado deliberadamente a niños con VIH. Esta excarcelación, negociada por Cécilia Sarkozy, entonces esposa del presidente, y por funcionarios de la UE, fue fundamental para que Libia completara su reentrada en la comunidad internacional.

Sarkozy viajó a Trípoli inmediatamente después para reforzar los lazos con Gadafi, calificando la liberación de los sanitarios como una acción de la que se sentía “orgulloso”. Pero para las familias de las víctimas de atentados previos, la secuencia de acontecimientos levantó sospechas sobre intercambios encubiertos.

Aliados controvertidos: Al-Senoussi y las reuniones en la sombra

El juicio se centró particularmente en las conexiones con Abdullah al-Senoussi, cuñado y jefe de espionaje de Gadafi, condenado en Francia en 1999 en ausencia por el atentado contra el vuelo UTA 772. Un punto crítico del caso es la acusación de que Sarkozy o sus allegados prometieron eliminar la orden de arresto contra al-Senoussi como parte del supuesto intercambio por apoyo financiero para su campaña.

En 2005, Claude Guéant y Brice Hortefeux, colaboradores cercanos a Sarkozy cuando era ministro del Interior, se reunieron con al-Senoussi en Trípoli. Ambos testificaron que fue un “encuentro inesperado”. Las dudas del tribunal giran en torno a si realmente fue una coincidencia diplomáticamente inocente o parte de un plan mucho más orquestado.

El testimonio del hijo de Gadafi y los maletines de dinero

A principios de 2024, Seif al-Islam Gadafi, hijo del dictador libio, volvió a acusar a Sarkozy públicamente. En una declaración escrita enviada a Radio France Internationale (RFI), afirmó haber entregado personalmente una primera partida de 2.5 millones de dólares para la campaña de 2007 de Sarkozy, prometiendo contratos y acuerdos a favor de Libia como retorno. Posteriormente, afirmó que habría una segunda entrega similar, elevando el total a 5 millones de dólares en efectivo.

Además de aliviar la postura francesa sobre los atentados, se esperaba que Sarkozy retirara el nombre de al-Senoussi de las órdenes de arresto internacionales. El expresidente respondió a estas acusaciones con absoluta negativa: “No encontrarán un solo euro, un solo centavo libio en mi campaña”, dijo durante la apertura del juicio.

El giro de 2011: del aliado al primer opositor

Paradójicamente, fue también Sarkozy quien, cuatro años después de su cercanía con Gadafi, lideró las sanciones internacionales contra el régimen libio durante la Primavera Árabe. A finales de febrero de 2011 exigió públicamente la salida de Gadafi del poder y su respuesta violenta contra manifestantes fue condenada enérgicamente.

Francia fue el primer país en reconocer el Consejo Nacional de Transición como el gobierno legítimo de Libia. Pocas semanas después, respaldó la operación militar de la OTAN que terminaría con la caída del régimen de Gadafi y su asesinato en octubre de 2011.

“Fue el único dictador que envió aviones contra su pueblo. Prometía ríos de sangre, ésas fueron sus palabras”, declaró Sarkozy en el juicio, defendiendo sus acciones como coherentes con los objetivos humanitarios y democráticos de entonces.

¿Justicia o geopolítica? Las heridas siguen abiertas

Este juicio no se trata solo de un exmandatario enfrentando cargos legales. Es un espejo que multiplica reflexiones sobre los límites de la diplomacia, la ética del poder y el uso de las víctimas del terrorismo como herramientas en acuerdos económicos e intereses geoestratégicos.

El veredicto aún no ha sido emitido, pero la opinión pública francesa y mundial ya está dividida. Algunos ven la imputación como parte de una caza de brujas coordinada por rivales políticos, mientras que para otros, es un ejemplo claro de cómo el poder tiende a torcer la justicia en beneficio propio.

El caso Sarkozy-Gadafi ha dejado claro que no todas las heridas diplomáticas están sanadas. Y que cuando el Estado negocia con dictadores, las víctimas del pasado pueden quedar enterradas no solo en la memoria, sino en el silencio cómplice de los despachos presidenciales.

Datos clave del caso:

  • Sarkozy enfrenta una posible pena de 7 años de cárcel
  • Más de 170 personas murieron en el vuelo UTA 772, directamente vinculado a Libia
  • Gadafi acordó pagar más de 2.7 mil millones de dólares en compensaciones por los atentados
  • Francia reanudó relaciones diplomáticas activas con Libia en 2007

¿Puede una nación reencontrarse con su pasado sin traicionar su memoria colectiva? Esa es la gran pregunta que deja este proceso y que todo un país deberá terminar de responder más allá del veredicto legal.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press