Israel vs. Reino Unido: ¿Quién decide a quién se le permite observar la ocupación?

Una polémica diplomática estalla tras la deportación de dos parlamentarias británicas que buscaban visitar Cisjordania ocupada

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Un giro inesperado en Tel Aviv

La reciente decisión del gobierno israelí de impedir la entrada a dos parlamentarias británicas ha encendido una nueva chispa diplomática entre Israel y el Reino Unido. Se trata de Abtisam Mohamed y Yuan Yang, quienes fueron detenidas en el Aeropuerto Internacional Ben Gurion, interrogadas y deportadas, según informaron testigos y la organización benéfica Medical Aid for Palestinians, que colaboró en la organización del viaje.

¿Por qué fueron rechazadas?

La explicación oficial por parte del gobierno israelí es clara: ambas funcionarias habían expresado previamente su apoyo al movimiento BDS (Boicot, Desinversión y Sanciones). Según lo estipulado por la ley israelí, cualquier persona no residente que apoye públicamente este movimiento puede ser negada la entrada al país.

La ley, vigente desde 2017, refleja la visión del Estado israelí de que el BDS no es simplemente una forma de activismo pacífico, sino un intento directo de deslegitimar su existencia como nación. En palabras de varios líderes israelíes, el BDS es considerado una forma de "antisemitismo moderno". La organización, sin embargo, se describe como un movimiento no violento inspirado en el rechazo mundial al apartheid en Sudáfrica.

La reacción británica: ¿una provocación o una legítima condena?

El canciller británico David Lammy no tardó en expresar su indignación. "Inaceptable, contraproducente y profundamente preocupante", fueron algunas de las palabras que eligió para describir la situación. Lammy agregó que dejó claro a sus homólogos israelíes que no es la forma adecuada de tratar a parlamentarios británicos.

Mohamed y Yang, por su parte, afirmaron sentirse "asombradas por esta medida sin precedentes". La visita tenía como objetivo observar sobre el terreno la situación de los territorios ocupados, particularmente en Cisjordania, y reunirse con comunidades locales y organizaciones de ayuda humanitaria.

El contexto más amplio: Israel, el BDS y la línea roja diplomática

Lo sucedido no es un incidente aislado. En febrero de este año, Israel ya había negado la entrada a dos legisladores del Parlamento Europeo, también bajo la acusación de promover el boicot. Las tensiones con funcionarios extranjeros simpatizantes del pueblo palestino no son nuevas, pero la recurrencia de estos vetos despierta una pregunta importante: ¿hasta dónde puede un país limitar el acceso a representantes diplomáticos bajo criterios ideológicos?

¿Es legal esta medida?

Legalmente, los estados soberanos tienen derecho a controlar sus fronteras. Esto incluye autorizar, restringir o denegar la entrada de ciudadanos extranjeros por razones de seguridad o política exterior. Israel se ampara en esta prerrogativa para implementar su normativa contra el BDS.

Sin embargo, esta postura también genera tensión con aliados históricos como Reino Unido o la Unión Europea, quienes consideran que la visita de observadores internacionales a zonas en conflicto es un derecho legítimo de supervisión parlamentaria.

La raíz del problema: la ocupación de Cisjordania

Para comprender completamente esta controversia, es fundamental tener en cuenta lo esencial: Cisjordania sigue siendo un territorio ocupado desde 1967. El derecho internacional, respaldado por numerosas resoluciones de la ONU, ha manifestado que estas ocupaciones son ilegítimas, y la expansión de asentamientos israelíes en la zona continúa desafiando los intentos de negociación hacia una solución de dos estados.

En este contexto, la visita de parlamentarios extranjeros no sólo tiene un valor simbólico, sino que sirve como una herramienta para informar a los gobiernos y fomentar la transparencia en la región.

El papel de las ONGs

Organizaciones como Medical Aid for Palestinians han reiterado que su intención no era política, sino puramente humanitaria. Su objetivo era mostrar a las parlamentarias las condiciones sanitarias, educativas y de vida que enfrentan los palestinos bajo ocupación israelí.

No obstante, del lado israelí, incluso las ONGs más neutrales no quedan exentas de sospechas si están vinculadas con decisiones consideradas hostiles. Esta postura estricta ha cerrado la puerta a decenas de activistas e investigadores en los últimos años.

¿Puede Reino Unido presionar a Israel?

En teoría sí, especialmente si se tiene en cuenta la histórica cooperación bilateral en materia de defensa, tecnología y comercio. Sin embargo, en la práctica es más complicado. Cualquier medida enérgica contra Israel podría tener efectos internos en el Reino Unido, donde las posiciones sobre el conflicto palestino-israelí están profundamente divididas.

Además, Reino Unido se encuentra actualmente enfocado en su propio contexto político tras el retorno del Partido Laborista al poder. La suspensión de uno de sus miembros, Dan Norris, debido a acusaciones graves, ha puesto al partido bajo la lupa, restando atención a asuntos exteriores.

Impacto en la percepción pública

Este último episodio también podría afectar la percepción pública de la política israelí en Europa. La negativa a permitir el ingreso de legisladores democráticamente elegidos refuerza narrativas sobre la intolerancia de Israel a las críticas, especialmente si estas provienen de voces progresistas occidentales.

En palabras de un portavoz anónimo del Ministerio de Relaciones Exteriores británico: “Observar y evaluar sobre el terreno no es un acto de boicot, sino una responsabilidad legislativa en democracias abiertas”.

Una oportunidad perdida

Hay quienes argumentan que Israel ha perdido una oportunidad de mostrar apertura democrática. Impedir estas visitas puede reforzar las tensiones diplomáticas y hace más difícil contrarrestar las campañas que apuntan a su aislamiento internacional.

Mientras tanto, las voces dentro de Israel que abogan por un diálogo más abierto con la comunidad internacional ven con preocupación cómo se endurece la política fronteriza, incluso hacia países aliados.

¿Qué sigue?

En el fondo, lo que está en juego no son simplemente dos visas denegadas. Es un choque de relatos sobre el conflicto palestino-israelí, la legitimidad de la crítica externa y el rol que deberían jugar los representantes democráticos extranjeros en zonas de conflicto.

La situación en Cisjordania sigue siendo una herida abierta en el tablero diplomático global. Y mientras no se permita ver, investigar y dialogar con libertad, será difícil pensar en soluciones reales y sostenibles para ambos pueblos.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press