¿Aliado o iluso? Milei, Trump y una estrategia internacional que camina en la cuerda floja
El presidente argentino viajó a Mar-a-Lago para alinearse con Donald Trump, pero el encuentro no se concretó. En un escenario global cada vez más tenso, ¿qué consecuencias puede tener esta 'diplomacia de afinidades'?
Por estos días, Javier Milei parece tener una brújula geopolítica muy particular: en lugar de seguir el norte de la cooperación multilateral o las relaciones pragmáticas entre Estados, su política exterior transita por el camino de la afinidad ideológica. Su último viaje a Palm Beach, Estados Unidos, para asistir a una gala conservadora en Mar-a-Lago —la mansión de Donald Trump— es quizás la expresión más clara de esta estrategia que mezcla personalismo, simbolismo y adhesión a la agenda MAGA ("Make America Great Again").
Un viaje cargado de expectativas (y símbolos)
La visita de 24 horas del mandatario argentino a Mar-a-Lago tenía un objetivo claro: estrechar lazos con Donald Trump, respaldar su agenda política y, aparentemente, sentar las bases para una futura cooperación entre ambos países si Trump vuelve a la Casa Blanca. Milei fue invitado al evento “American Patriot”, una gala organizada por figuras de la derecha estadounidense para celebrar su “resistencia” contra la elite liberal global. Allí recibió un premio por su programa libertario, ejecutado en Argentina con motosierra en mano.
Desde el escenario, entonó su ya clásica arenga: “¡Make Argentina Great Again!”, exponiendo su cercanía discursiva y performática con el expresidente estadounidense. Pero más allá de los vítores y los focos de la gala, algo no pasó: el tan esperado cara a cara con Trump jamás ocurrió.
¿Qué falló en Mar-a-Lago?
Según medios argentinos como Clarín y La Nación, Milei no logró coordinar una reunión formal con Trump. Pese a que Trump llegó tarde esa noche tras compartir un acto con golfistas en Miami, no hubo evidencia de un encuentro privado con el mandatario argentino. En la cuidada producción audiovisual que difundió el equipo de Milei, no apareció ni una sola imagen junto al líder republicano.
Fuentes anónimas del gobierno de Milei dijeron a los medios que no fue posible "por cuestiones de agenda", pero la oposición política no tardó en explotar el incidente. La expresidenta Cristina Fernández de Kirchner ironizó en redes: “Me levanté esperando en la tele la foto con tu ‘amigo’ Trump, pero nada…”.
Más allá de la anécdota, el hecho revela un asunto geopolítico importante para Argentina: ¿puede la política exterior sustentarse en vínculos personales e ideológicos?
Argentina, atrapada entre el simbolismo y la realidad
En lo inmediato, el gobierno de Milei no logró avanzar en nuevas alianzas estratégicas. A su llegada a Estados Unidos, también esperaba avanzar en las gestiones de un esperado rescate financiero de $20.000 millones por parte del Fondo Monetario Internacional (FMI), crucial para mantener sus reformas económicas en marcha. Argentina, que ya le debe al FMI 44.000 millones de dólares, busca reestructurar y ampliar esa deuda, pero las trabas persisten.
Milei incluso había modificado la legislación para eliminar el requerimiento constitucional de aprobación del Congreso para firmar un nuevo acuerdo con el organismo multilateral, una movida que en sí refleja la urgencia de concretar el desembolso. Sin embargo, las negociaciones siguen trabadas y distan de concretarse.
Milei necesitaba más que una selfie con Trump. Necesitaba resultados.
La contradicción libertaria en la era de los aranceles
Como correlato del viaje de Milei a Mar-a-Lago, EE. UU. anunció un amplio paquete arancelario del 10% mínimo sobre productos importados desde países extranjeros, incluyendo Argentina. Paradójicamente, un presidente que se asume como un férreo defensor del libre mercado —y que ha hecho del antikeynesianismo una bandera identitaria— celebró que Trump impusiera regulaciones comerciales proteccionistas.
“No creemos que esto sea un ataque al libre comercio, sino todo lo contrario”, justificó su portavoz, Manuel Adorni. Alto grado de malabarismo dialéctico para alguien que ha calificado al Estado como “una organización criminal”.
¿Cómo puede un libertario apoyar la imposición de aranceles generalizados por parte de una potencia extranjera? La explicación parece estar en que Milei interpreta la política comercial más desde la afinidad ideológica con Trump que desde los postulados del liberalismo clásico. Eso, sin duda, genera ruido entre los economistas ortodoxos que alguna vez lo respaldaron.
Una relación asimétrica con beneficios dudosos
Más allá de la simpatía política entre ambos líderes, el trato que recibió Argentina no fue privilegiado. El arancel del 10% a sus productos fue calificado como "preferencial" porque otros países recibieron tasas más altas. Pero eso no significa que tal decisión beneficie a la deprimida economía argentina.
- La inflación anual supera el 250%
- El peso se ha devaluado más del 100% desde diciembre de 2023
- La pobreza alcanza al 57% de la población
En paralelo, Milei cortó relaciones con la Organización Mundial de la Salud, amenazó con retirarse del Acuerdo de París y frenó todo programa de educación con perspectiva de género o climática, en línea con la agenda más radical del Partido Republicano estadounidense.
Pero esa estrategia puede dejar a Argentina aislada del resto de los organismos multilaterales y países con los que históricamente ha mantenido relaciones más pragmáticas, incluidos socios europeos y latinoamericanos.
Un Milei iconoclasta, pero ¿productivo?
Rodeado de símbolos trumpistas, Milei se ha convertido en un personaje de culto dentro del ala más dura del conservadurismo estadounidense. Ha compartido tribunas con Elon Musk, ha regalado motosierras tipo cosplay y ha sido aclamado por el público de la Conservative Political Action Conference (CPAC). En términos de imagen, ha logrado ocupar un lugar diferenciado en la política internacional.
Pero muchos analistas advierten que esta forma de inserción internacional es más estética que estratégica. Marcelo J. García, director para las Américas de la consultora Horizon Engage, lo resume bien: “Tiene una relación especial con Trump que le sirve políticamente, pero necesita traducir eso en algo bueno para el país. Hasta ahora no lo ha logrado”.
Peligros de una diplomacia emocional
El desarrollo diplomático moderno no se basa solamente en simpatías ideológicas o afinidades personalistas. Está guiado por intereses geopolíticos, acuerdos multilaterales, comercio exterior, cooperación científica, seguridad y desarrollo sostenible. Cuando un presidente transforma la política exterior en una extensión de su identidad emocional o ideológica, los riesgos aumentan.
Si Trump no logra ser reelecto, Milei se habrá jugado por completo al “caballo equivocado”, quedando mal posicionado ante la administración Biden o cualquier otro bloque internacional que observe con recelo sus posturas extremas.
Y aunque Trump regrese al poder, no hay garantía de que eso se traduzca en beneficios económicos reales para Argentina. El modelo de Trump es profundamente nacionalista y prioriza los intereses estadounidenses por encima de cualquier cosa. Milei puede admirarlo, incluso imitarlo, pero difícilmente consiga concesiones que otras grandes potencias no han logrado.
El precio de la política espectáculo
El viaje a Mar-a-Lago funcionó como un acto performativo más que como una gestión diplomática sustantiva. Tal como muchos opositores señalaron, resulta difícil justificar el uso de fondos públicos para una visita sin resultados tangibles. Muchos argentinos sintieron que fue un costoso acto de fanatismo en lugar de una estrategia de gobierno al servicio del pueblo.
Mientras la inflación devora los salarios, los hospitales pierden presupuesto y la conflictividad social aumenta, un presidente aparece abrazando la insignia de otro país como una especie de cruzada personal. Definitivamente, el mundo observa... y toma nota.