Yoon Suk Yeol: Ascenso meteórico y caída estrepitosa del presidente surcoreano
Del favoritismo popular a la destitución constitucional: cómo la ambición, el conflicto político y las controversias personales derrumbaron la presidencia de Yoon en menos de dos años
De fiscal estrella a líder de una nación
En 2022, Corea del Sur vivió una de las elecciones más disputadas de su historia. Yoon Suk Yeol, un exfiscal sin experiencia política, se convirtió en presidente tras una campaña polarizada y controvertida. Pero apenas dos años después, Yoon ha sido destituido por el Tribunal Constitucional, acusado de rebelión tras declarar ley marcial en un intento desesperado por mantener su agenda y acallar a la oposición dominante.
Este giro dramático ha sacudido al país y ha abierto un debate profundo sobre el papel del poder ejecutivo, la frágil estabilidad democrática y el uso de la fuerza en tiempos de tensión institucional.
La carrera ascendente de un fiscal 'incorruptible'
Yoon Suk Yeol inició su carrera en la fiscalía hace más de 25 años. Construyó una imagen de fiscal inflexible y leal a la ley, incluso cuando eso implicaba desafiar a sus superiores. Saltó a la fama en 2013 cuando denunció presiones de sus mandos para frenar una investigación sobre presuntas campañas ilegales de la inteligencia estatal para favorecer a la expresidenta conservadora Park Geun-hye.
Sus palabras, “No soy leal a personas poderosas”, se convirtieron en un lema para muchos que lo veían como una figura limpia en un sistema político plagado de escándalos. Irónicamente, esa misma fama de incorruptible fue lo que motivó al entonces presidente progresista Moon Jae-in a nombrarlo fiscal general, sin imaginar que años después se convertiría en su principal opositor.
Incursión en la política: ¿Reformista o oportunista?
En 2021, tras desavenencias con el gobierno de Moon por investigaciones que involucraban a miembros del oficialismo, Yoon renunció a su cargo. Denunció corrupción e incompetencia en la administración progresista, y lanzó su candidatura presidencial con el respaldo del Partido del Poder Popular, históricamente conservador.
En su primera campaña electoral, logró arrebatarle la presidencia al demócrata Lee Jae-myung por apenas 0.73% de diferencia, la más estrecha en la historia surcoreana reciente.
El tono del enfrentamiento fue virulento y alimentó la polarización política: se cruzaron acusaciones de corrupción, vínculos mafiosos, manipulaciones financieras e incluso insultos personales. La política surcoreana vivió un nuevo punto de ebullición.
Política exterior firme, política doméstica fallida
En el plano internacional, Yoon fue destacado por reforzar la alianza militar con Estados Unidos y propiciar la reconciliación diplomática con Japón, dos movimientos estratégicos ante el avance nuclear de Corea del Norte. Incluso protagonizó gestos significativos, como cantar “American Pie” junto al presidente Joe Biden en una cena de estado.
Logró realizar una cumbre trilateral inédita entre Seúl, Washington y Tokio en Camp David, con el objetivo de profundizar la colaboración en defensa y seguridad.
No obstante, su habilidad diplomática contrastó con la enorme inestabilidad interna. La Asamblea Nacional, dominada por la oposición progresista, se convirtió en su principal obstáculo: vetó más de 40 leyes propuestas por Yoon y promovió 30 mociones de destitución contra altos funcionarios de su gabinete.
El sistema político surcoreano no se basa en el consenso, pero el nivel de confrontación bajo su mandato alcanzó niveles históricos. Ante la parálisis legislativa, el presidente optó por una medida extrema e incomprendida: declarar la ley marcial.
La decisión que lo destrozó políticamente
En febrero de 2024, Yoon sorprendió al país al anunciar el establecimiento de la ley marcial y desplegar tropas en las calles de Seúl. Justificó su decisión como un llamado urgente a la ciudadanía para detener lo que catalogó como "una conspiración antiestatal" promovida por la Asamblea Nacional.
Textualmente, acusó al Parlamento de ser “una cueva de criminales”, “un monstruo institucional” y “una fuerza antiestatista”. Como era previsible, los legisladores de oposición reaccionaron con igual virulencia, llamándolo “un borracho”, “un loco” y “líder de una rebelión”.
El Congreso no tardó en revocar el decreto y aprobó por mayoría su destitución por ruptura del orden constitucional. Al cabo de cuatro meses, el Tribunal Constitucional sentenció su remoción definitiva del cargo.
Yoon enfrenta la justicia: acusado de rebelión
La crisis institucional no terminó con su destitución. La fiscalía surcoreana abrió una causa penal contra Yoon por rebelión, un delito que puede implicar pena de muerte o cadena perpetua según el Código Penal surcoreano.
Algunos analistas consideran que la declaración de ley marcial fue un intento desesperado por desviar la atención de los múltiples escándalos que habían estallado en torno a su esposa, Kim Keon Hee.
Una primera dama bajo sombra de sospechas
La figura de Kim Keon Hee también generó controversia desde el primer día. La primera dama fue señalada de haber recibido bolsos de lujo de parte de un pastor, supuestamente en forma de soborno. A esto se sumaron especulaciones sobre su participación en manipulaciones bursátiles y su intervención para favorecer candidatos afines dentro del Partido del Poder Popular.
Lejos de tomar distancia o permitir investigaciones, Yoon optó por protegerla abiertamente, agravando su posición política. La oposición no perdió la oportunidad y utilizó cada escándalo en su ofensiva discursiva contra el Ejecutivo.
¿Cómo logró caer tan rápido?
La respuesta es multifacética:
- Liderazgo autoritario: El estilo inflexible que lo volvió popular como fiscal fue contraproducente como presidente. Incapaz de generar consensos, se hundió en la parálisis institucional.
- Polarización extrema: Lejos de moderarse tras llegar al poder, endureció su discurso, alimentando una narrativa de confrontación constante con sus opositores.
- Impulsividad táctica: Su decisión de imponer ley marcial desató una crisis sin precedentes, y fue percibida como autoritario y desesperado incluso por sectores conservadores moderados.
- Falta de experiencia política: Llegó a la presidencia sin haber ocupado un solo cargo electo previamente. Su falta de pericia legislativa fue evidente.
- Gestión de escándalos personales: En vez de atender las denuncias contra su esposa con transparencia, eligió el camino del silencio, lo que minó su credibilidad.
Un precedente preocupante para Asia
La destitución de Yoon Suk Yeol representa la segunda vez en la historia democrática surcoreana que un presidente es removido por el Tribunal Constitucional, tras el caso escandaloso de Park Geun-hye en 2017, condenada por corrupción y tráfico de influencias.
Ambos casos consolidan la figura del Tribunal Constitucional como árbitro del orden institucional, pero también evidencian la inestabilidad política que persiste en Corea del Sur, pese a su democracia consolidada.
Este tipo de crisis ofrecen enseñanzas valiosas para otras democracias asiáticas, donde el equilibrio entre los poderes del Estado aún es frágil. ¿Qué pasa cuando un líder, en lugar de buscar consenso, decide atacar al Parlamento y declararle la guerra?
¿Qué sigue para Corea del Sur?
Con la oficina presidencial vacante, se convocarán nuevas elecciones en los próximos meses. Mientras tanto, el presidente interino deberá enfrentar una posible recesión económica global, tensiones con Corea del Norte y la herida interna dejada por esta crisis política.
Yoon, ahora procesado por rebelión, podría enfrentar una larga batalla legal. Su caso será determinante para definir los alcances legales de la ley marcial bajo regímenes democráticos.
El pueblo surcoreano, por su parte, enfrenta un desafío mayor: reconstruir la confianza en sus instituciones y canalizar el debate político lejos de la confrontación destructiva hacia un diálogo republicano.
La lección parece clara: el autoritarismo, por más popular que parezca en campaña, se paga caro cuando amenaza la democracia.