El caso Rumeysa Ozturk: ¿represalia política o cuestión de seguridad nacional?

Una estudiante turca detenida en EE. UU. despierta dudas sobre los límites entre la disidencia política y la seguridad del Estado

Rumeysa Ozturk, una estudiante de doctorado de la Universidad de Tufts, ha terminado en el eje de una controversia legal, política y humanitaria que está capturando la atención nacional. Originaria de Turquía, esta joven de 30 años fue detenida por autoridades migratorias estadounidenses en circunstancias cuestionables, lo que ha generado protestas, apoyo masivo desde el ámbito académico y también acusaciones vinculadas al conflicto en Gaza. Pero ¿es este un caso de represión por libertad de expresión o una medida legítima de seguridad nacional?

¿Quién es Rumeysa Ozturk?

Ozturk es descrita por colegas y profesores como una figura pacífica y activamente comprometida con causas sociales. Integra la comunidad de Tufts desde hace un tiempo y ha participado en varios actos públicos, incluyendo la redacción de un artículo de opinión crítico con respecto al papel de la universidad en relación al conflicto palestino-israelí. Junto con otros tres estudiantes, exigió a la institución reconocer lo que denominaron “genocidio palestino” y cesar asociaciones financieras con compañías supuestamente comprometidas con Israel.

Su detención: un caso que cruza fronteras físicas y legales

El 25 de marzo de 2024, mientras caminaba por Somerville, Massachusetts, fue detenida por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE). Lo que siguió fue una cadena de traslados relámpago: de Boston a New Hampshire, luego Vermont y, sin demora, subida a un avión con destino a Basile, Luisiana, donde permanece recluida.

Este trajín administrativo tiene implicaciones legales profundas. Sus abogados argumentan que el caso debió tramitarse en Massachusetts, donde fue originalmente aprehendida, pero el Departamento de Justicia estadounidense sostiene que el habeas corpus debió presentarse en Vermont o Luisiana, regiones correspondientes a su lugar de confinamiento en ese momento.

¿Dónde comienza el derecho y dónde termina el poder? El debate legal

Esta batalla jurídica no es menor. Según sus abogados, se violaron sus derechos constitucionales, particularmente la libertad de expresión y el debido proceso. Presentaron una petición ante la Corte de Distrito de EE. UU. en Boston, alegando que su clienta fue trasladada bajo la jurisdicción de funcionarios de ICE con sede en Massachusetts, y que el cambio de estado no altera esa base legal.

La persona que tenía el control no cambió cuando el vehículo en el que estaba la señorita Ozturk cruzó las fronteras estatales”, argumentó Adriana Lafaille, una de sus abogadas.

¿Presión política por su activismo propalestino?

El trasfondo parece aún más turbio. Ozturk ha sido una de varias personas con vínculos a universidades estadounidenses que, tras expresar apoyo públicamente a la causa palestina durante la guerra en Gaza, han sufrido represalias migratorias. Algunos tuvieron sus visas revocadas, otros fueron invitados a cesar sus estudios o simplemente impedidos de ingresar a Estados Unidos.

Un portavoz del Departamento de Seguridad Nacional (DHS) confirmó la semana pasada que a Ozturk se le revocó la visa con base en “una investigación que mostró su apoyo a Hamas”, movimiento clasificado como grupo terrorista por EE. UU. Sin embargo, hasta el momento, no se ha presentado públicamente una sola prueba que vincule de forma directa a la estudiante con dicha organización.

Esto ha levantado alarmas entre defensores de derechos civiles, que ven una preocupante conexión entre el activismo político y las represalias gubernamentales.

La protesta cobra fuerza en las calles y dentro del ámbito académico

El caso de Ozturk ha alcanzado gran notoriedad. Cientos de personas se han manifestado afuera del tribunal federal de Boston exigiendo su liberación. Carteles con frases como “Liberen a Rumeysa” y “Ser propalestino no es terrorismo” dominaron el paisaje público del centro judicial.

Además, más de 20 colegas y profesores de Tufts presentaron cartas judiciales describiéndola como una persona “gentil, compasiva y fundamental en su comunidad académica”. Argumentan que la medida tomada por el gobierno estadounidense no solo afecta a Ozturk, sino también al ambiente de libre crítica y discusión que caracteriza a las universidades.

El contexto: entre Gaza, la seguridad y la libertad

La guerra entre Israel y Hamas es el telón de fondo de esta historia. El ataque sorpresa del grupo islamista el 7 de octubre de 2023 dejó aproximadamente 1.200 muertos en Israel y cerca de 250 personas secuestradas. La respuesta de Israel ha resultado, hasta junio de 2024, en más de 50.000 muertes en Gaza, según el Ministerio de Salud del enclave.

La polarización crece más allá del conflicto: universidades estadounidenses se han convertido en campos de batalla ideológica, donde el activismo estudiantil se enfrenta a consecuencias reales. Fue también en ese clima donde figuras como Ozturk tomaron postura, pero ahora se plantea una duda desgarradora: ¿hasta dónde llega el derecho a opinar antes de que se lo interprete como subversivo o peligroso?

El precedente que podría marcar su caso

Hay una ola creciente en EE. UU. de debates sobre los límites de la vigilancia migratoria y hasta qué punto el activismo estudiantil puede desencadenar represalias institucionales. Cuando un gobierno comienza a realizar análisis ideológicos para otorgar –o quitar– visas, muchos temen que el país abandone sus principios tradicionales de libertad de pensamiento.

Lo que ocurra con el caso Ozturk podría sentar un precedente. De pasar sin una resolución clara y justa, muchas otras voces podrían ser silenciadas bajo el manto de la seguridad nacional, convirtiendo la libre expresión en un privilegio reservado, más que en un derecho universal.

¿Paranoia posterior al 11-S o vigilancia legítima?

Desde el 11 de septiembre de 2001, EE. UU. ha reforzado notablemente sus políticas de control migratorio y vigilancia interna. Programas como el PATRIOT Act y la expansión de ICE crearon estructuras altamente eficaces en detectar amenazas... y en muchos casos, también en aplicar medidas severas frente a actividades que, en ocasiones, solo son ideológicas.

El gobierno afirma que sus acciones están respaldadas por pruebas: “Ozturk ha participado en actividades de apoyo a Hamas”, dijeron autoridades del DHS. Pero esa afirmación sin pruebas claras ha erosionado parte de la credibilidad del argumento. ¿Es suficiente expresar simpatía por la causa palestina o criticar a Israel como para perder una visa y ser detenida sin proceso migratorio abierto?

Una pregunta de fondo: ¿expresión o extremismo?

El caso sirve para hacer una reflexión más amplia: ¿pueden los inmigrantes en EE. UU. expresarse libremente sobre asuntos internacionales sin temor a represalias? En épocas de tensión geopolítica, la delgada línea entre la disidencia legítima y el extremismo parece desdibujarse en el sistema judicial y migratorio estadounidense.

¿Y ahora qué?

Mientras la jueza federal Denise Casper “toma el caso en estudio”, el destino de Ozturk pende de un hilo entre interpretaciones legales, presiones políticas y un contexto global en ebullición. Sus abogados han solicitado que sea devuelta a Massachusetts y puesta en libertad inmediata. Si la Corte rechaza esta petición en Boston, el caso podría trasladarse a Vermont, abriendo un nuevo capítulo en lo que ya se ha vuelto un símbolo de un debate mayor.

Porque más allá de lo jurídico, el caso Rumeysa Ozturk ya está marcando una narrativa clave: la convivencia –o conflicto– entre seguridad nacional y derechos civiles en una democracia que se enfrenta a nuevas formas de disidencia en la era global.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press