Las nuevas reglas de combate de Hegseth: ¿justicia militar o política de exclusión?
La orden del secretario de Defensa de EE.UU. exige estándares físicos neutros en cuanto al género para todos los puestos de combate. ¿Transformación necesaria o retroceso con ropaje progresista?
Por décadas, las fuerzas armadas de Estados Unidos han evolucionado hacia una mayor inclusión de mujeres en todos los niveles, incluyendo puestos de combate. Sin embargo, una nueva directiva del secretario de Defensa, Pete Hegseth, promete cambiar radicalmente el terreno de juego militar al exigir requisitos físicos neutros en cuestión de género para todas las funciones consideradas de combate.
¿Qué dice la nueva orden?
El pasado lunes, Hegseth emitió un memorando ordenando que los estándares físicos para todos los puestos de "armas de combate" deben ser neutrales en cuanto al género, es decir, iguales tanto para hombres como para mujeres. La orden especifica que dichos requisitos deben estar basados únicamente en las "demandas operacionales del oficio" y no en el género o edad del aspirante o miembro activo.
La directiva expande un memorando anterior del 12 de marzo, en el que se solicitaba un análisis sobre estándares militares relacionados a condición física, composición corporal y apariencia física —incluyendo el uso de barba— como parte de una revisión mayor de las normativas internas.
Un cambio con historia
Este debate no es nuevo en el ámbito militar. Desde que el Pentágono abrió todos los puestos de combate a las mujeres en 2015, ha enfrentado críticas tanto por supuestamente rebajar estándares para hacerlos accesibles, como por no hacerlo lo suficiente.
En el caso del Ejército, por ejemplo, se diseñó el Army Combat Fitness Test (ACFT), una prueba física común con mínimos diferenciados por género y edad. Desde 2022, estos estándares han sido objeto de intensa discusión: mientras que algunos sostienen que los estándares deberían ser iguales para todos los soldados sin importar el género, otros afirman que no tener en cuenta las diferencias biológicas puede llevar a la exclusión injusta de mujeres capacitadas.
¿Qué se considera "armas de combate"?
Aquí surge una de las complejidades fundamentales de la orden: ¿cómo definir qué puestos califican exactamente como "armas de combate"? El memorando exige a los mandos militares que definan esto con claridad en un plazo de 60 días, pero la tarea no es sencilla.
Por ejemplo:
- ¿Un marino que opera sistemas de defensa en un buque de guerra atacado por los hutíes cuenta como miembro de combate?
- ¿Un oficial de inteligencia incrustado con tropas especiales en Afganistán debe ser considerado combatiente?
Esta indefinición puede tener consecuencias operativas importantes, ya que determinará qué soldados enfrentan estándares físicos más exigentes.
Datos y cifras
Según el Departamento de Defensa de EE.UU., hasta 2020 menos del 10% de los puestos de combate directo habían sido ocupados por mujeres. Sin embargo, el número ha aumentado progresivamente:
- 2020: 6,3% de las posiciones de combate ocupadas por mujeres.
- 2023: 9,8% de las posiciones ocupadas por mujeres en unidades como infantería, ingeniería de combate y blindados.
No obstante, una gran proporción de mujeres ha sido rechazada o redirigida a otras funciones debido a no alcanzar los estándares físicos más exigentes, particularmente en cuerpos como los SEALs, Fuerzas de Reconocimiento de Marines y Fuerzas Especiales del Ejército.
¿Igualdad real o barrera disfrazada?
Para muchos observadores, el anuncio de Hegseth parece un regreso a debates ya superados. En palabras de Elaine Donnelly, directora del Center for Military Readiness y defensora del modelo tradicional: “Combat readiness should not be sacrificed for diversity dogmas.”
Por otra parte, organizaciones como Service Women’s Action Network (SWAN) han advertido que imposiciones de estándares físicos iguales sin ajustes podrían ser una forma de exclusión sistemática. “Imponer estándares sin reconocer la diversidad funcional es camuflar discriminación con tecnicismo,” indicó su directora, Deshauna Barber.
La política detrás del uniforme
Hegseth, conocido por sus posturas conservadoras —fue comentarista de Fox News y crítico abierto de la inclusión de mujeres en unidades de combate— ha manifestado repetidamente su escepticismo sobre normas que tienen en cuenta las diferencias biológicas.
Su designación al frente del Pentágono durante el segundo mandato de Donald Trump ha sido interpretada por muchos como una movida simbólica para reafirmar posturas tradicionales. Las críticas no se hicieron esperar desde algunos sectores del Congreso. El senador demócrata Jack Reed, miembro del Comité de Servicios Armados del Senado, cuestionó la medida diciendo: “La equidad en las fuerzas armadas no puede construirse ignorando la evidencia científica sobre rendimiento humano.”
¿Qué pasa en otras naciones?
Estados Unidos no es el único país que ha lidiado con este dilema:
- Israel: Aunque las mujeres sirven en múltiples roles de combate, los requisitos físicos varían según género.
- Reino Unido: Desde 2018 todas las posiciones están abiertas a mujeres, pero los estándares son iguales solo en unidades especiales como SAS.
- Noruega: Uno de los países más igualitarios, incluso en lo militar, aplica una evaluación individual del rendimiento más allá del género.
Implicaciones prácticas
La implementación práctica de esta medida podría tener dos efectos posibles:
- Reducción del número de mujeres en determinadas unidades si no se acompaña de preparación adaptada.
- Incremento de tensiones internas entre oficiales y tropa regular que vean una amenaza en el cambio de roles y dinámicas.
Además, exigir a todos los candidatos un rendimiento físico extremo sin matices puede erosionar el principio de meritocracia funcional, privilegiando resistencia física sobre habilidades tácticas, emocionales o de liderazgo.
Reacción del personal militar
Entre soldados activos y veteranos, las reacciones han sido mixtas. Algunos miembros de infantería celebran la medida como garantía de preparación. “En combate no hay atajos ni excepciones, necesitamos lo mejor del cuerpo y mente,” afirmó el sargento James Bowen, veterano de Irak.
Pero otros argumentan que la diversidad en perfiles fortalece al ejército. Una teniente del Cuerpo de Marina que pidió anonimato expresó: “No todos los combates se ganan con músculo. Muchos se ganan con estrategia, adaptabilidad y trabajo en equipo.”
¿Qué sigue?
Las ramas militares tienen 60 días para proponer cambios en los estándares físicos según esta nueva orden, y se espera un informe intermedio en 30 días. El propio Hegseth ha advertido que esta revisión será solo el principio de una serie de cambios para "repensar" la cultura militar, enfocándose en aspectos como tatuajes, composición corporal y la polémica inclusión de personas con expresiones de género diversas.
La batalla por definir el rostro de las fuerzas militares del futuro parece apenas comenzar. ¿Será este paso un peldaño hacia un ejército más fuerte y justo o un retroceso envuelto en lenguaje técnico? La respuesta, como todo en tiempos de Hegseth, no será apolítica.