El motín de las bases demócratas: ¿Un nuevo Tea Party progresista?
Los votantes demócratas están furiosos con sus líderes, y empiezan a surgir desafíos internos que podrían redefinir el partido
PHOENIX, Arizona. El Partido Demócrata se encuentra en una encrucijada histórica. Lejos de unir filas luego de las derrotas electorales recientes, sus bases están profundamente molestas, no sólo con figuras como Donald Trump o Elon Musk, sino con sus propios líderes.
Desde expulsiones de dirigentes estatales hasta la irrupción de nuevas voces críticas dentro del partido, el progresismo norteamericano parece estar experimentando una insurgencia comparable a la que vivió el Partido Republicano con el movimiento conservador del Tea Party hace más de una década.
Arizona y Georgia: epicentros de la revuelta
El caso más paradigmático ha sido el de Yolanda Bejarano, presidenta del Partido Demócrata en Arizona, quien fue destituida por su propia base a pesar de contar con el respaldo total de figuras prominentes del partido en ese estado. La decisión, inesperada, refleja un descontento más profundo: la desconexión entre la dirigencia tradicional y los votantes activistas.
En Georgia, la situación es similar. La congresista Nikema Williams, presidenta del partido en el estado, se encuentra en una posición delicada. Aunque Trump logró revertir el resultado anterior de 2020 y recuperar Georgia en 2024, las bases progresistas no apuntan sólo contra el expresidente, sino contra la tibieza de sus propios líderes para defender ideas progresistas con firmeza.
¿Dónde están los verdaderos opositores a Trump?
Una encuesta de CNN/SSRS de febrero de 2025 revela que tres cuartas partes de los demócratas y votantes independientes afines creen que los congresistas demócratas no están haciendo lo suficiente para oponerse a Donald Trump. Esta caída en la aprobación de los propios representantes refleja una tendencia preocupante para el partido.
En 2021, coincidiendo con el inicio del mandato de Biden, alrededor del 80% de los votantes demócratas aprobaban el trabajo del Congreso. Hoy, apenas el 40%. La desilusión ha alcanzado niveles alarmantes.
Bloqueos, ceses y el costo de la pasividad
Un momento clave en este proceso de ruptura fue cuando el líder de la minoría demócrata en el Senado, Chuck Schumer, decidió no bloquear una ley de gastos impulsada por los republicanos. La base progresista esperaba un acto claro de oposición, incluso a costa de un cierre de gobierno, lo que Schumer consideró "estratégicamente dañino". Sin embargo, muchos lo vieron como una traición a los principios democráticos.
Como consecuencia, Schumer tuvo que suspender una gira de promoción de su nuevo libro ante las protestas masivas que exigían su reemplazo e, incluso, la posibilidad de que enfrente una primaria dentro de su partido.
Una nueva generación quiere cambiar el juego
La periodista progresista Kat Abughazaleh, de 26 años, es ejemplo de una tendencia creciente: los outsiders están ganando terreno. Anunció su candidatura al Congreso en un video donde criticó directamente a los líderes demócratas, a quienes calificó como personas que “trabajan con un manual político desfasado”.
"No están comprendiendo el momento, y sus votantes están absolutamente furiosos", declaró. Su adversaria será la experimentada representante Jan Schakowsky, de 80 años, una firme progresista, pero que, según Abughazaleh, representa una cultura política que debe ser renovada profundamente.
¿El Tea Party progresista?
La comparación es inevitable. En 2009, el partido Republicano vivió una revolución interna impulsada por el Tea Party, que logró derrocar a figuras establecidas y transformar la agenda política del partido con su rechazo visceral hacia Barack Obama y el establishment político. En 2018, una ola parecida comenzó con la llegada de Alexandria Ocasio-Cortez al Congreso, tras derrotar a Joe Crowley, una figura que parecía intocable.
Hoy, AOC —junto a figuras como Bernie Sanders— es una de las voces más escuchadas por la militancia de base, especialmente los jóvenes. Miles han asistido a mítines, town halls e iniciativas locales para revivir una política de confrontación contra las élites tradicionales.
Wisconsin: el laboratorio electoral donde Musk juega fuerte
En este contexto de tensión interna, se suma un factor externo y poderoso: Elon Musk. El magnate ha intensificado sus esfuerzos políticos a través de su “America PAC”, un súper PAC que ya ha invertido más de $17 millones de dólares en la carrera por la Corte Suprema de Wisconsin.
El objetivo es claro: impulsar la candidatura del conservador Brad Schimel, en detrimento de la progresista Susan Crawford. Musk ha inundado el estado con miles de canvassers (puerta a puerta), ofreciendo $20 a quienes suben una foto con Schimel y prometiendo incluso $100 por cada firma recolectada contra "jueces activistas".
“Este es un momento decisivo para el futuro de la civilización”, dijo Musk durante una asamblea en Green Bay. Este tipo de declaraciones ha servido como combustible para los demócratas de base, que no solo apuntan contra Musk, sino contra sus propios líderes por no contrarrestar adecuadamente estas estrategias multimillonarias.
Fracaso económico y regreso triunfal de Trump
La economía ha sido otro campo de batalla. Aunque las políticas migratorias de Trump mantienen cierto grado de aprobación (alrededor del 50% de los encuestados en el sondeo de AP-NORC de enero lo respaldan en este ámbito), su gestión económica y los aumentos de tarifas han generado una caída abrupta en la confianza del consumidor y una volatilidad extrema en los mercados bursátiles.
Sin embargo, estas debilidades no han sido aprovechadas eficazmente por los demócratas, quienes aún no presentan una narrativa económica clara que contrarreste el mensaje proteccionista de Trump. Esto también explica la creciente impaciencia de las bases y la disposición a buscar reemplazos.
La revolución democrática está en marcha, ¿pero hacia dónde?
Si algo está claro, es que la desilusión de las bases demócratas se ha vuelto más estructural que coyuntural. Lo que comenzó como un enojo contra Trump, ahora abarca también una crítica frontal al partido por su indefinición ideológica, su estrategia moderada y su “pasividad institucional”.
Tal como ocurrió con el Tea Party en su momento, la incisiva movilización de las bases demócratas podría terminar alterando de forma irreversible el panorama político estadounidense. Si esta energía logra ser canalizada hacia liderazgos coherentes, firmes y propositivos, en 2026 podríamos estar ante una nueva ola de candidaturas disruptivas que transformen el Congreso y más allá.
La gran incógnita es si los líderes actuales están dispuestos a escuchar —y ceder protagonismo— o si se aferrarán a sus cargos hasta el final, enfrentando una eventual derrota a manos del ala más joven, radical y movilizada de su propio partido.