El futuro incierto de la investigación agrícola en EE.UU.: un retroceso silencioso con consecuencias globales

Cómo el desfinanciamiento federal está frenando la innovación que podría salvar cultivos en un mundo cada vez más afectado por el cambio climático

En medio de sequías, inundaciones, plagas resistentes y temperaturas crecientes provocadas por el cambio climático, la ciencia agrícola enfrenta una paradoja desconcertante: nunca ha sido tan necesaria, pero nunca ha estado tan desfinanciada.

Mientras otros países como China están redoblando sus apuestas en investigación agrícola, Estados Unidos, otrora pionero y modelo en innovación para el sector, ha recortado significativamente su inversión gubernamental en esta área crítica. Los resultados comienzan a sentirse tanto a nivel local como global, y de no revertirse podría llevarnos a un escenario con menos comida, precios más altos e inseguridad alimentaria extendida.

EE.UU.: de liderazgo mundial a rezago económico en I+D agrícola

En su apogeo en 2002, Estados Unidos destinaba cifras récord a la investigación agrícola, pero para 2019 ya se invertía un 32% menos, aproximadamente 2,000 millones de dólares menos, según el Departamento de Agricultura de EE.UU. (USDA).

Esta tendencia se agravó durante la administración Trump, cuando se implementaron pausas y cancelaciones de fondos federales para numerosos programas científicos relacionados con agricultura, clima y desarrollo internacional. Uno de los ejemplos más significativos fue el desmantelamiento de la red Innovation Labs de Feed the Future, financiada por la Agencia de los Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID).

Investigaciones truncadas: científicos y agricultores en el limbo

La historia de Erin McGuire, científica de agronomía en la Universidad de California-Davis, ilustra el impacto humano y científico de estos recortes. Por años lideró un equipo que desarrollaba variedades de cultivos resistentes a la sequía y mejoraba técnicas de poscosecha. Justo cuando su proyecto alcanzaba la etapa crítica de recolección de datos tras dos años de trabajo, llegó la orden de suspensión.

"Fue devastador", explicó McGuire. "Tuve que despedir a todo mi equipo. Luego me despidieron a mí también".

Casos similares abarcan todo el país. Asmita Gautam, una doctora en ciencias del suelo de la Universidad Purdue, vio sus ensayos de campo paralizados abruptamente. En Michigan State University, el profesor David Tschirley denunció la interrupción de investigaciones valoradas en millones que, al no completarse, se pierden en su totalidad.

Los laboratorios silenciosos: el ocaso de la innovación en tiempos de urgencia

Actualmente existen 17 Innovation Labs repartidos en 13 universidades estadounidenses que abordan temas desde políticas agrícolas hasta seguridad alimentaria y adaptación al cambio climático. Con la paralización de sus fondos, se calmaron no solo los laboratorios, sino también las esperanzas de cientos de jóvenes investigadores sin puesto fijo o tenure, especialmente aquellos dedicados a temas internacionales.

"La moral está por el suelo. Muchos prometedores científicos en formación están replanteándose sus carreras", lamenta el economista agrícola David Zilberman de la Universidad de California, Berkeley.

Enfrentar el clima con ciencia: ¿qué estamos perdiendo?

La ralentización de esta I+D implica pérdidas directas en innovación: menos resistencia a enfermedades, menor productividad frente a climas extremos, mayor dependencia de pesticidas antiguos y baja competitividad frente a países que están avanzando a gran velocidad.

Investigadores del artículo publicado en Proceedings of the National Academy of Sciences advierten que el cambio climático ya está frenando el crecimiento de la productividad agrícola estadounidense. Para hacer frente a esta desaceleración, se requeriría una inversión reiterada y creciente en ciencia agrícola que, por ahora, parece lejana.

"Es como andar en bici contra el viento. Si no pedaleas con más fuerza —es decir, inviertes más en investigación—, te detendrás", explica Ariel Ortiz-Bobea, investigador de Cornell y autor principal del estudio.

China y el resto del mundo nos toman la delantera

Mientras tanto, China ha quintuplicado su inversión en investigación agrícola desde el año 2000 y ahora gasta el doble que Estados Unidos. Esta estrategia es parte de una macrovisión de seguridad alimentaria nacional y posicionamiento en biotecnología agrícola.

"Hay países que entienden la urgencia y el poder estratégico de la innovación agroalimentaria. Nosotros parecemos estar retrocediendo", advierte Omanjana Goswami, científica del Union of Concerned Scientists.

La falsa promesa del sector privado

Algunos han puesto sus esperanzas en el sector privado. Y si bien empresas como Bayer invirtieron casi 3 mil millones de dólares en 2023 en investigación agrícola, sus directivos admiten que no pueden reemplazar el apoyo federal.

La industria privada prefiere financiar soluciones validadas. Lo experimental o a largo plazo rara vez es rentable para nosotros”, explica Bill Anderson, CEO de Bayer.

Además, la falta de transparencia y trazabilidad limita el alcance público de estas investigaciones. Para muchos expertos, depender exclusivamente del capital privado dejaría fuera áreas fundamentales como seguridad alimentaria global, soluciones climáticas o producción sustentable para pequeños agricultores.

La amenaza invisible: precios altos hoy, hambre mañana

Los impactos no se sentirán sólo en laboratorios o campos universitarios. Consumidores y agricultores ya están pagando la factura. Como explica Tom Hertel, economista de Purdue University:

Más población en el planeta exige más productividad. Si seguimos reduciendo la inversión, en 10 o 20 años veremos estancamiento de rendimientos y precios aún más elevados”.

Este estancamiento golpeará con más fuerza a regiones y países ya vulnerables, acentuando el hambre, la pobreza y el conflicto en zonas como África subsahariana y Centroamérica. Iniciativas como los huertos sostenibles en Zimbabue financiados por USAID ya muestran resultados positivos, pero sin inversión sostenida, quedarán en el abandono.

¿Qué se necesita para revertir el curso?

Revertir la situación no es sólo cuestión de dinero, sino de voluntad política y visión estratégica. La agricultura no es solo una actividad económica; es un eje de resiliencia frente a los mayores retos del siglo XXI: el clima, la seguridad alimentaria y la equidad global.

"Si no miramos con seriedad la situación alimentaria global, prepárense para un desastre", advierte Zilberman.

Ciertas voces ya claman por un nuevo impulso al financiamiento federal, acompañado de alianzas internacionales, promoción de talento joven y políticas más inclusivas para la innovación agrícola sustentable.

Porque en los lotes olvidados donde los científicos midieron cultivos resistentes y los agricultores aprendieron nuevas técnicas, ya está creciendo de nuevo la maleza. Y si no actuamos rápido, también crecerá el hambre.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press