¿Día de la Liberación o día del impacto económico? Una mirada crítica a la política arancelaria de Trump
Analizamos los efectos, motivaciones y consecuencias globales de la nueva ola de aranceles anunciada por Donald Trump
La promesa de una “liberación” económica
El expresidente Donald Trump ha declarado el 2 de abril como el “Día de la Liberación” de Estados Unidos, en referencia a su nuevo plan económico centrado en la imposición de aranceles a productos importados. Según este exmandatario, los aranceles buscan devolver la prosperidad industrial al país y castigar a aquellos que, según él, han "robado" empleos y riqueza de suelo estadounidense durante décadas. Esta medida, sin embargo, no está exenta de controversia tanto a nivel nacional como internacional.
Trump propone impuestos a una amplia gama de productos, desde automóviles hasta medicamentos y cobre. Uno de los pilares ideológicos de su política arancelaria son los denominados aranceles recíprocos, pensados para igualar los impuestos que otros países imponen a productos estadounidenses. Así, propone un enfrentamiento comercial con grandes economías como la Unión Europea, China, India, Brasil y Corea del Sur. Esta estrategia ha desatado críticas tanto del ámbito económico como político, sugiriendo que el daño podría superar con creces los beneficios.
¿Qué impacto tendrán los aranceles en la economía estadounidense?
Una de las principales preocupaciones de los expertos es el efecto que estos gravámenes tendrán sobre el bolsillo del ciudadano común. De acuerdo con Art Laffer, economista aliado de políticas conservadoras, un arancel del 25% en los automóviles podría incrementar su precio hasta en 4,711 dólares por vehículo. Esto, sin duda, afectaría el mercado automotriz y el consumo interno.
Goldman Sachs estimó que el crecimiento del PIB del país se desaceleraría a un raquítico 0.6% en el trimestre siguiente a la implementación de estas medidas, frente a un 2.4% al final del año anterior. Es decir, un estancamiento económico real.
El golpe al consumidor: más allá de los precios de los autos
El impacto no se limita únicamente a los concesionarios de vehículos. Con aranceles aplicándose a materiales de construcción como madera y cobre, el precio de las viviendas nuevas también subirá. El alcalde de Columbus, Ohio, Andrew Ginther, advirtió que estos aranceles podrían incrementar el precio promedio de una vivienda en 21,000 dólares, una cifra que hará aún más inaccesible el sueño de tener casa propia para millones de estadounidenses.
La inflación generada por estos aranceles, aunque catalogada por funcionarios como "un ajuste de precios temporal", podría filtrarse en sectores como reparación de vehículos, seguros o servicios de salud. El economista Samuel Rines señaló: "Lo que comienza como un impuesto a los bienes, termina por afectar el costo de los servicios".
¿Un movimiento táctico o una obsesión ideológica?
Para Trump, los aranceles no son una política cualquiera; son casi una herramienta de redención nacional. En varias ocasiones ha llamado a fechas asociadas con su presidencia como “Día de la Liberación”, desde el 5 de noviembre hasta su misma investidura en 2025. Este uso constante del término resalta la importancia simbólica y estratégica que otorga a los aranceles dentro de su narrativa política.
Durante los años 80 ya se había manifestado crítico respecto a la política comercial y ha mantenido esa posición durante décadas. Este patrón sugiere que estamos más ante una obsesión ideológica que ante una táctica económica justificada.
Reacciones internacionales: un campo minado diplomático
El anuncio de los aranceles no tardó en provocar respuesta de la comunidad internacional. El primer ministro canadiense Mark Carney declaró que estas medidas ponían fin a la histórica cooperación comercial entre su país y Estados Unidos. Canadá respondió de inmediato con aranceles equivalentes, entrando así en un ciclo de represalias.
El presidente francés Emmanuel Macron fue aún más contundente: “Los aranceles no son coherentes y provocarán inflación y destrucción de empleos tanto en Europa como en América”. Macron dejó claro que Francia defendería sus intereses, si bien su objetivo último sería desmantelar los aranceles y no aumentarlos.
Desde América Latina, la presidenta de México, Claudia Sheinbaum, ha elegido un enfoque más mesurado, evitando represalias directas pero recalcando que es imperativo defender los empleos y la estabilidad económica nacional.
China, entretanto, ha advertido que estos aranceles no solo serían perjudiciales para la economía internacional sino que socavarían el orden comercial global.
¿Una estrategia flexible?
Curiosamente, Trump ha dado señales contradictorias sobre la rigidez de sus propuestas. Por un lado ha afirmado que los aranceles son inevitables, pero también se ha mostrado dispuesto a negociar y retirar algunos si se logran acuerdos comerciales multilaterales favorables a EE.UU.
“Estoy completamente abierto, si podemos llegar a algo”, ha declarado. Esta ambigüedad podría interpretarse como táctica, usando los aranceles como palanca de negociación. Sin embargo, para muchos gobiernos y empresas, esta falta de certeza contribuye a la inestabilidad financiera y desalienta la inversión.
Aranceles como herramienta de política migratoria y de seguridad
Los nuevos impuestos no solo buscan equilibrar la balanza comercial, sino también inciden en otros ámbitos. Por ejemplo, Trump anunció aranceles del 25% a países que importen petróleo desde Venezuela, como una forma de presionar políticamente al régimen de ese país. A esto se suman medidas similares contra productos mexicanos y canadienses, justificadas por el control de drogas y migración ilegal.
Lo irónico es que muchas de estas acciones han causado indignación incluso entre aliados cercanos. El Secretario de Comercio, Howard Lutnick, ha señalado que los aranceles buscan también el respeto hacia Estados Unidos, una declaración que muchos analistas consideran simbólica más que efectiva.
¿Revivirán los empleos industriales?
Trump ha repetido que los aranceles harán que industrias regresen a suelo estadounidense. Sin embargo, la relocalización de fábricas no es un proceso inmediato. Según un estudio del Center for Strategic and International Studies, reubicar operaciones industriales puede tomar entre 2 y 5 años, considerando costos laborales, infraestructura y cadena de suministros.
Además, la automatización y la digitalización de la producción hace que el retorno de plantas manufactureras no se traduzca necesariamente en más empleos para trabajadores estadounidenses.
Liberación para quién: el debate ético y simbólico
Trump ha querido equiparar sus políticas comerciales con una especie de independencia frente al resto del mundo, similar a la liberación de regímenes opresivos. Pero ¿liberación de qué exactamente?
Este uso del término ha generado inquietud en sectores académicos y sociales. El profesor Phillip Braun, de la Universidad Northwestern, lo expresa con claridad: “No veo nada positivo en este ‘Día de la Liberación’. Es más bien un día de daño económico”.
Cierre de filas en la Casa Blanca
A pesar de críticas internas por la filtración accidental de un plan militar, Trump ha reiterado su respaldo a sus funcionarios clave como Mike Waltz (asesor de seguridad nacional) y Pete Hegseth (jefe del Pentágono). Este enfoque contrasta con su primer mandato, caracterizado por alta rotación de personal. La firmeza en mantener a sus colaboradores actuales parece mostrar que Trump busca proyectar una imagen de liderazgo estable y unificado frente a sus políticas más polémicas.
Sea una jugada electoral, un intento de remodelar el comercio global, o simplemente una proyección ideológica arraigada, las nuevas tarifas de Trump apuntan a reconfigurar profundamente tanto la política económica interna como las relaciones exteriores de Estados Unidos.