¿Puede la tecnología salvar el esquí independiente? El experimento de Black Mountain en Nueva Hampshire

Frente a gigantes como Vail Resorts, una pequeña estación de esquí apuesta por los datos y un nuevo modelo de negocio para no desaparecer.

Black Mountain en Nueva Hampshire es un lugar donde el esquí tiene sabor a tradición. Fundada en la década de 1930, es la estación de esquí más antigua del estado. Sin embargo, en un mercado cada vez más dominado por conglomerados como Vail y Alterra, las estaciones pequeñas tienen que reinventarse para no convertirse en parte del pasado. Ahí es donde entra Erik Mogensen y su proyecto de digitalización radical.

Un rescate tecnológico para una montaña histórica

Erik Mogensen, un empresario y fanático del esquí desde su niñez, adquirió Black Mountain no sólo para salvarla del cierre, sino para transformarla en un campo de pruebas para entablar una nueva era de esquí: pequeños operadores armados con grandes dosis de tecnología.

Su empresa, Entabeni Systems, provee soluciones digitales que integran ventas de boletos, reservas para clases, renta de equipos y, lo más interesante, recopila datos transaccionales en tiempo real. Esto permite tomar decisiones operativas basadas en datos, al estilo de Silicon Valley, desde cuántos hot dogs se deben preparar hasta qué senderos abrir primero tras una nevada.

“Muchos gerentes generales miran cuántas filas de autos hay en el estacionamiento para saber qué tan ocupado está. Nosotros queremos ver los datos a nivel transacción”, explica Mogensen.

Una revolución necesaria ante un mercado desigual

Las grandes operadoras de estaciones de esquí, como Vail Resorts, operan a escalas gigantescas. Para tener perspectiva, Vail posee 41 estaciones en todo el mundo y ha invertido más de 100 millones de dólares en infraestructura de producción de nieve solo en Estados Unidos, gracias al éxito de su famoso pase Epic Pass.

El Epic Pass cuesta alrededor de $418 por temporada y garantiza ingresos por adelantado, incluso si la temporada tiene menos nieve o días de operación limitados. Este tipo de modelo ha consolidado a las grandes empresas, pero ha empujado a muchas estaciones independientes al borde del colapso financiero.

Indy Pass: la otra cara del esquí

En 2023, Mogensen compró también Indy Pass, una iniciativa que permite a los esquiadores visitar hasta 230 estaciones independientes, incluyendo Black Mountain, por un precio accesible. Según Mogensen, su adquisición no fue solo comercial: fue una respuesta emocional.

“Cuando descubrí que Black Mountain iba a cerrar, me recordó a la estación de esquí de mi infancia que ya no existe. No podía permitir eso nuevamente”, dijo el empresario.

La idea va más allá: convertir a Black Mountain en una cooperativa, donde la comunidad, empleados, esquiadores y residentes puedan ser accionistas. Un modelo que prioriza sostenibilidad, accesibilidad y participación.

Lo que dice la comunidad

Muchos residentes y visitantes habituales de Black Mountain han notado el cambio. Thomas Brennick, un esquiador veterano y abuelo, frecuenta la estación con sus nietos. Desde la cima de la telesilla, comenta:

“Es como volver a los viejos tiempos. Es simplemente buen esquí clásico en su máxima expresión.”

Otro ejemplo es Beaver Mountain en Utah, la estación familiar operada continuamente por más tiempo en EE.UU., y que también usa sistemas de Entabeni. Kristy Seeholzer, parte de la familia gestora, afirma que la digitalización permitió ofrecer pases más baratos para quienes solo esquían entre semana, algo que antes era imposible monitorear manualmente.

Pero no todos están encantados

Sam Shirley, de 25 años, creció esquiando en Nueva Inglaterra. Trabajó como instructor de esquí en Maine, pero dice que el aumento de la tecnología en las estaciones ha cambiado tanto el proceso que ya prefiere el esquí de fondo.

“Todo se ha vuelto más complicado como cliente. Reservar boletos, compartir datos personales, incluso una fotografía solo para subir al telesilla... ya no es una experiencia espontánea.”

La queja de Shirley no es aislada. Para muchos, la experiencia digitalizada —aunque eficiente— también puede sentirse impersonal, intrusiva o simplemente poco práctica comparada con la tradición del esquí libre y espontáneo.

Cuando los datos vencen al clima

Las innovaciones tecnológicas no solo mejoran operaciones, también son estratégicas frente a desafíos climáticos. En las últimas décadas, las temporadas de esquí se han acortado y la cantidad promedio de nieve ha disminuido —repercusiones evidentes del cambio climático.

Gracias a los ingresos asegurados por pases de temporada, empresas como Vail Resorts han podido invertir cifras millonarias en sistemas de producción de nieve artificial. Incluso emplean sensores móviles y chips RFID en los boletos para rastrear cuántas personas usan cada telesilla, en qué momentos, y ajustar recursos en tiempo real.

Black Mountain no tiene ese presupuesto, pero el objetivo de Mogensen no pasa por competir con ellos, sino por ofrecer una experiencia de calidad basada en cercanía, comunidad y decisiones rápidas.

¿Es sostenible este modelo?

Levantar una estación de esquí usando datos es prometedor, pero no está libre de retos. El software de Entabeni aún tiene limitaciones; algunos usuarios lo han descrito como lento o complicado de usar. Además, la fidelidad emocional de esquiadores como Shirley podría perderse si el proceso de compra y acceso se vuelve demasiado técnico.

No obstante, el modelo tiene futuro. A largo plazo, cada mejor decisión tomada gracias a los datos acumulados puede significar menos pérdidas de energía, más rentabilidad, mejor experiencia para el cliente e incluso descuentos que antes no eran factibles de implementar.

El esquí como experiencia comunitaria

Para Mogensen, el esquí no es solo un deporte; es una parte vital de la vida en comunidad en zonas rurales como Jackson, Nueva Hampshire. Por eso insiste que una estación como Black Mountain debe ser algo más que un negocio rentable. Es una plaza pública en la nieve.

“No vienes a esquiar solo para girar a la izquierda y la derecha. Vienes por el sabor del chocolate caliente, el olor de la fogata, los amigos en la terraza y la sensación de comunidad”, afirma Mogensen.

El reto ahora es ver si este equilibrio entre tecnología, tradición y comunidad puede exportarse exitosamente a otras estaciones pequeñas. De ser así, tal vez la revolución tecnológica sea justamente lo que salve al esquí independiente en América del Norte.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press