Culiacán en crisis: la violencia del narco y la esperanza ante la presión de EE.UU.
La lucha entre facciones del Cártel de Sinaloa aterroriza a los habitantes, mientras el aumento en las operaciones de seguridad genera expectativas de cambio.
Antes de que amanezca, un director de escuela primaria en Culiacán revisa chats de WhatsApp en busca de noticias sobre balaceras o bloqueos. Si hay peligro, envía un mensaje a los padres: las clases se suspenden.
Así es la nueva normalidad para muchos en la capital de Sinaloa, donde la violencia entre facciones del Cártel de Sinaloa ha sometido a la ciudad a meses de terror constante. La rivalidad entre los seguidores de Ismael “El Mayo” Zambada y los hijos de Joaquín “El Chapo” Guzmán ha convertido a Culiacán en un campo de batalla que cobra vidas inocentes y altera la rutina de sus ciudadanos.
De una paz impuesta al caos total
Durante años, Culiacán vivió bajo un “pacto no escrito”: el cártel controlaba la ciudad, pero evitaba que la violencia llegara directamente a los ciudadanos. Todo cambió en septiembre pasado cuando comenzó la lucha interna tras el presunto secuestro de “El Mayo”. Desde entonces, se han registrado más de 900 asesinatos, entre ellos niños y familias inocentes atrapadas en fuego cruzado.
Las medidas de seguridad que los propios ciudadanos han tomado son extremas. Un comerciante de 38 años asegura que su hijo adolescente ya no puede salir solo ni andar en bicicleta. La rutina matutina de su hija de siete años incluye preguntar cada mañana si podrá ir a la escuela o si hay reportes de violencia en Facebook.
Trump y la estrategia antidrogas que impacta a Culiacán
La situación cambió drásticamente desde que Donald Trump ganó las elecciones en EE.UU. Con la promesa de combatir el tráfico de fentanilo y reforzar la seguridad fronteriza, su administración ha presionado a México para que actúe con mayor contundencia contra los cárteles.
Las operaciones militares en Sinaloa se han multiplicado en los últimos meses. Solo en diciembre, las autoridades incautaron más de una tonelada de fentanilo, cifra que supera los decomisos de todo el primer semestre del 2024 en el país. Además, se desmantelaron 113 laboratorios clandestinos de drogas sintéticas.
En un giro sin precedentes, se han derribado más de 400 cámaras de vigilancia pertenecientes al cártel, que utilizaban para monitorear a la policía y sus rivales.
¿Llegó el fin del dominio del cártel?
Para algunos, las medidas de Trump han tocado nervio en México y están produciendo resultados. “Nunca pensé que él [Trump] tuviera tanto poder, pero estoy agradecido”, dice un comerciante culiacanense.
Sin embargo, la violencia no desaparecerá de un día para otro. A diferencia de otras regiones de México, Sinaloa ha visto poca presencia de los carteles de Jalisco o los Zetas debido al predominio del “Cártel del Pacífico”. Si el gobierno de Claudia Sheinbaum no continúa con la presión, la violencia podría volver a normalizarse una vez que las fuerzas federales disminuyan su presencia.
Niñez y miedo: la triste realidad escolar
Las escuelas han sido de las más afectadas. Víctor Manuel Aispuro, director de la primaria Sócrates en el centro de Culiacán, asegura que hace tiempo no ve a sus 400 alumnos juntos en clase, ya que muchas familias han huido de la ciudad. La asistencia diaria es incierta y los protocolos de seguridad incluyen simulacros constantes para balaceras.
El caso de un niño de 9 años, asesinado en enero junto con su hermano y su padre en un ataque del cártel, conmovió a la comunidad y llevó a miles a manifestarse en las calles pidiendo paz. “Estamos hartos de esto”, expresaron en pancartas y redes sociales.
¿Esperanza en el horizonte?
Para muchos culiacanenses, la pregunta es si la sangre derramada traerá un cambio real o si la calma solo será temporal. “Antes no se veía este nivel de acción contra el narco. Tal vez ahora sí va en serio”, dice Miguel Calderón, miembro de una ONG que trabaja con víctimas de la violencia.
Sin embargo, el camino hacia una pacificación real aún parece lejano. Lo único seguro es el miedo diario que se ha arraigado entre los habitantes de Culiacán, quienes solo esperan despertar un día sin el sonido de las balas.