Bart De Wever: Un Nacionalista Flamenco Liderando Bélgica en Busca de Equilibrios
De abogar por la independencia flamenca a liderar un gobierno federal, De Wever enfrenta desafíos históricos en un país marcado por sus divisiones lingüísticas y políticas.
Una transición cargada de simbolismo
Bart De Wever, el líder nacionalista flamenco, asumió el cargo de primer ministro de Bélgica el lunes, marcando un hito en la historia de un país profundamente dividido por cuestiones lingüísticas y culturales. Durante la ceremonia de juramento en el Palacio Real de Bruselas, De Wever miró directamente al rey Felipe y, de manera simbólica, juró lealtad al monarca. Este gesto fue significativo si se considera que durante años De Wever y el partido N-VA han sido críticos del sistema belga y de la monarquía como símbolo de unidad nacional.
“Juro lealtad al rey”, fueron las palabras de De Wever, quien durante mucho tiempo abogó por una mayor autonomía para Flandes, la región de habla neerlandesa del país. Sin embargo, este juramento subraya un cambio de enfoque, dejando a un lado sus demandas más radicales para abrazar un camino de cambios graduales en la búsqueda de un equilibrio entre Flandes, Valonia y Bruselas.
Un gobierno multilingüe y el peso de los idiomas
El gabinete de 15 miembros refleja los colores multiculturales y lingüísticos del país: ministros flamencos y francófonos tomaron posesión en neerlandés y francés, respectivamente. Aunque algunos eligieron hablar exclusivamente en su propio idioma, el simbolismo de unidad bajo un gobierno federal no pasó desapercibido.
“No puedes simplemente quedarte fuera del sistema y esperar a que colapse por su cuenta. Nunca creí en eso”, comentó De Wever en una entrevista con el periódico De Standaard. Su participación en el gobierno, asegura, permitirá obtener logros para su comunidad y avanzar en los intereses de Flandes dentro de una estructura federal compleja.
Un gabinete con pocas mujeres
Una de las críticas más fuertes al nuevo gabinete es su falta de equilibrio de género. Solo 3 de los 15 puestos ministeriales están ocupados por mujeres, y ninguna de ellas es vice primera ministra. Comparado con su predecesor Alexander De Croo, que logró una casi paridad de género, esto representa un retroceso significativo. De Wever lamentó la situación, pero no la priorizó durante las negociaciones de coalición, lo que generó controversia.
Un país con desafíos históricos
La historia reciente de Bélgica ha estado marcada por divisiones lingüísticas y económicas. En el siglo XX, el país pasó de estar dominado por una élite francófona, a una realidad más equilibrada políticamente, en la que Flandes emerge como el motor económico, mientras que Valonia lidia con el declive industrial. Esta dinámica ha sido el trasfondo de las tensiones que definen la política belga.
De Wever lidera una coalición de cinco partidos, rompieron un estancamiento político de siete meses. La alianza incluye al N-VA, los socialistas flamencos Vooruit, los liberales francófonos del MR, el CD&V centrista y Engagés. Juntos controlan 81 de 150 escaños en la Cámara, asegurando una cómoda mayoría, aunque las diferencias entre los partidos dificultaron las negociaciones.
Medidas económicas y sociales polémicas
El programa político del nuevo gobierno incluye recortes a los beneficios sociales, una política migratoria más estricta y la eliminación del abandono de la energía nuclear. Estos puntos forman parte de su estrategia para reducir el déficit presupuestario del país, cuya deuda nacional supera el 100% del PIB, colocándola entre las más altas de la Unión Europea.
Sin embargo, estas medidas han generado críticas por su impacto potencial en la población más vulnerable. La participación del partido Vooruit busca equilibrar las decisiones para proteger los pilares del estado de bienestar belga, aunque no queda claro si logrará preservar los valores sociales que han definido a Bélgica.
Un futuro incierto
Este nuevo gobierno marca el inicio de un período crucial para Bélgica, mientras busca resolver sus complejidades lingüísticas y políticas. La pregunta es si De Wever, con su agenda de reformas y su enfoque pragmático, podrá mantener unida a una nación que históricamente ha estado al borde de la ruptura.