La Presencia de las Fuerzas Estadounidenses en Irak: Un Debate Renovado tras la Caída de Assad
El futuro incierto de Irak en un contexto regional frágil y tenso que redefine las alianzas
Una retirada en pausa: el contexto geopolítico global
La presencia militar de Estados Unidos en Irak, que originalmente iba a concluir en septiembre de 2025 según el acuerdo entre ambas naciones, enfrenta un replanteamiento significativo tras la caída de Bashar Assad en Siria. Este hecho, liderado por fuerzas islamistas suníes, ha generado un cambio de postura entre los actores políticos y militares iraquíes, especialmente entre las facciones aliadas de Irán, que históricamente habían abogado con fervor por la salida de las tropas estadounidenses.
Según funcionarios iraquíes y estadounidenses citados, la caída del régimen de Assad ha debilitado la influencia de Irán en la región, dejando vulnerables a sus aliados en Irak. Además, las preocupaciones sobre un posible resurgimiento del Estado Islámico (ISIS) han añadido un matiz de urgencia y precaución al debate sobre la retirada.
Iraquíes divididos entre seguridad y política interna
Dentro de Irak, las discusiones sobre la permanencia de las tropas norteamericanas reflejan una clara división de intereses y percepciones. Por un lado, la coalición "Marco de Coordinación", compuesta por partidos mayoritariamente chiitas y aliados de Irán, parece haber suavizado su posición sobre la retirada debido al temor de una inestabilidad que ISIS podría explotar. "No queremos que los estadounidenses abandonen Irak en este momento por miedo a un colapso de la seguridad", afirmó un miembro anónimo del Marco de Coordinación.
Un oficial del Servicio de Seguridad Nacional de Irak destacó en una reunión reciente con el gobierno que "no es del interés de Irak solicitar la retirada de las fuerzas estadounidenses en el contexto actual". Este punto de vista ha ganado terreno entre quienes creen que la región sigue siendo demasiado volátil.
El equilibrio incómodo entre Irán y Estados Unidos
El primer ministro iraquí, Mohammad Shia al-Sudani, enfrenta un desafío complejo: mantener un delicado equilibrio entre el apoyo de Irán y la cooperación militar con Estados Unidos. Los indicios de un posible requerimiento informal para extender el mandato de las fuerzas estadounidenses han surgido, aunque no se espera que esto se haga oficial debido al temor a las repercusiones políticas internas. Al-Sudani había clamado anteriormente por una salida de EE.UU. y podría ser visto como un líder que "retrocede" si da luz verde a esta extensión de manera pública.
La posición de al-Sudani refleja una estrategia cuidadosa, más aún considerando que las Fuerzas de Movilización Popular (PMF), una coalición de grupos armados chiitas respaldados por Irán que desempeñaron un papel clave en la lucha contra ISIS, tienen relaciones polémicas con los soldados estadounidenses. Algunas de estas facciones han atacado bases de EE.UU. incluso mientras combatían en el mismo frente contra ISIS.
La amenaza latente del extremismo
Las preocupaciones sobre el posible resurgimiento del Estado Islámico han sido un factor capital en esta nueva narrativa. El colapso del régimen de Assad dejó un vacío de poder en Siria que los extremistas podrían aprovechar. Según un alto funcionario de defensa de los Estados Unidos, "ISIS no va a resurgir de manera inminente, pero ciertamente podría hacerlo dada la oportunidad". Estas inquietudes se amplifican con la existencia de depósitos de armas abandonados por el ejército sirio que podrían caer en manos equivocadas.
La historia reciente de Irak alimenta estas preocupaciones. La caída de Saddam Hussein en 2003, seguida por años de inestabilidad, es un recuerdo doloroso que sigue influyendo en cómo los líderes iraquíes perciben la retirada de las tropas estadounidenses. "El cálculo ha cambiado después del cambio de régimen en Siria", señala Renad Mansour, investigador del think tank Chatham House.
El complicado futuro de las relaciones Irak-EE.UU.
Aunque los marcos formales del acuerdo entre EE.UU. e Irak aún no se han modificado, las reuniones entre representantes de ambos lados sugieren una reconsideración. No obstante, cualquier decisión que implique una modificación del cronograma necesitará ser cuidadosamente negociada para evitar polarizar aún más el ambiente político interno.
Irak, atrapado entre su deseo de mantener buenas relaciones con Teherán y Washington, busca evitar convertirse nuevamente en un campo de batalla entre las potencias mundiales. La necesidad de garantizar la seguridad sin dejar de lado los intereses nacionales añade otra capa de complejidad al panorama.
¿Qué sigue para Irak?
Con las próximas semanas y meses siendo críticas para las discusiones en curso, queda por verse si al-Sudani y su gobierno formalizarán un pedido de extensión ante EE.UU. Lo que es evidente es que la dinámica regional está cambiando rápidamente, y tanto Irak como sus aliados tendrán que actuar con precaución para evitar errores que puedan desestabilizar aún más una región ya vulnerable.