Restauración de figuras del Niño Dios: Una tradición viva en México para el Día de la Candelaria

La emotiva práctica de reparar figuras del Niño Dios cada año demuestra el poder de la tradición y el significado sentimental en las familias mexicanas.

Un ritual lleno de simbolismo

Cada enero, el corazón del centro de la Ciudad de México se transforma en un hervidero de actividad. Personas de todas las edades llegan con figuras del Niño Dios dañadas, buscando talleres donde manos expertas reparen las diminutas esculturas. Esto no es solo una cuestión de funcionalidad; es un acto cargado de tradición y emoción, que antecede al Día de la Candelaria el 2 de febrero.

¿Por qué restaurar y no comprar?

Aunque puede resultar más barato comprar una nueva figura del Niño Dios, muchos prefieren reparar las viejas por su valor sentimental. María Sánchez Arena, una experta restauradora de 61 años, lo explica de manera sencilla: "No es el precio, es quién te lo dio. Estas figuritas llevan años en la familia, son regalos con historia".

La importancia del Día de la Candelaria

El Día de la Candelaria marca el final oficial de la temporada navideña según la tradición católica mexicana. Representa la purificación de la Virgen María y la presentación de Jesús en el Templo. En esta fecha, las familias llevan sus figuras restauradas o recién adquiridas a la iglesia para ser bendecidas.

La costumbre se entrelaza con otros elementos de la cultura popular mexicana, como compartir tamales ese día, según la tradición derivada de quienes "pierden" al encontrar al Niño Dios en la rosca de reyes del 6 de enero. Esta mezcla de elementos religiosos y comunitarios refuerza los lazos familiares y sociales.

La restauración: Un arte en sí mismo

En los talleres especializados, las habilidades de los restauradores son dignas de admiración. Utilizan pinturas, resinas y otros materiales para devolverles a las figuras su forma original. Las reparaciones más comunes incluyen manos, cabezas, pies y dedos, que suelen ser las partes más frágiles de estas esculturas de yeso.

Julio César, un restaurador con más de dos décadas de experiencia, comenta: "Cada figura es única porque cada familia tiene su forma de tratarla y vestirla. No solo reparamos figuras, traemos recuerdos y emociones de vuelta a la vida".

El mercado en el centro histórico

En las últimas semanas de enero, los mercados locales se llenan de puestos con figuras del Niño Dios de todos tamaños y precios. Igualmente, los talleres se abarrotan de figuras que esperan ser reparadas a tiempo para la celebración. A pesar de su aspecto modesto, estos espacios son parte esencial del ciclo económico y cultural de las festividades mexicanas.

Los desafíos y la preservación de la tradición

En una era donde las tradiciones a menudo se transforman o se diluyen bajo el peso de la modernidad, el ritual de restaurar y bendecir figuras del Niño Dios sigue siendo una constante. Sin embargo, los restauradores enfrentan el desafío de transmitir su oficio a las nuevas generaciones. Julio César señala que pocos jóvenes se interesan en aprender este arte. "Es una pena porque aquí no solo hay técnica, sino mucha historia", dice.

Para preservar esta tradición, se han comenzado a organizar talleres y eventos educativos que invitan a los más jóvenes a apreciar el arte y la relevancia cultural de esta práctica centenaria.

Un símbolo de unidad

Además del fuerte componente religioso, la restauración y los rituales en torno al Día de la Candelaria son un recordatorio del poder de las tradiciones para unir a las comunidades. Desde el mercado hasta la iglesia, pasando por los hogares donde se comparten los tamales, cada etapa de esta celebración refuerza el tejido social que da vida a México.

De esta forma, los talleres de restauración no solo arreglan figuras, sino que también reparan el vínculo entre el pasado y el presente, garantizando que estas tradiciones sigan vivas por generaciones.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press