La compleja relación entre Trump y China: ¿Pragmatismo o estrategia de poder?
Analizamos los signos de moderación en las políticas de Trump frente a China en su segunda administración y las implicaciones para el panorama global.
Los inicios: Una relación oscilante entre cordialidad y conflicto
Cuando Donald Trump asumió la presidencia de Estados Unidos en 2017, sus relaciones con su homólogo chino Xi Jinping parecían prometedoras. El entonces presidente estadounidense recibió a Xi en Mar-a-Lago y Xi respondió con una visita personal al Museo del Palacio en Pekín. Sin embargo, estos gestos diplomáticos no evitaron que el año siguiente estallara una guerra comercial que marcó un antes y un después en las relaciones entre ambas potencias.
La pandemia de COVID-19 y el mandato de Joe Biden tampoco facilitaron una mejora. Incidentes como el vuelo de un globo espía chino sobre territorio estadounidense y la visita de Nancy Pelosi a Taiwán deterioraron aún más el vínculo. A esto se sumaron los controles de exportación tecnológicos de Estados Unidos y el mantenimiento de aranceles impuestos por Trump, lo que intensificó la rivalidad económica y tecnológica.
Segundo mandato de Trump: ¿Cambio de enfoque?
En su regreso a la Casa Blanca, el discurso de Trump parece más mesurado. Durante su participación en el Foro Económico Mundial en Davos, Suiza, el presidente dejó entrever un deseo de colaboración con China en temas clave como Ucrania y el desarme nuclear, afirmando: "Esperamos llevarnos muy bien con China y avanzar juntos".
No obstante, Trump ha continuado ejerciendo presión al proponer aranceles del 10 % en respuesta a la producción de químicos utilizados en el fentanilo, una crisis prioritaria para su administración. Según declaraciones recientes de Karoline Leavitt, portavoz de la Casa Blanca, Trump "todavía considera" incrementar los aranceles, aunque parece evitar medidas drásticas para no escalar el conflicto.
El papel de los nuevos actores: Marco Rubio y los aliados
El nombramiento de Marco Rubio como Secretario de Estado promete dar continuidad a una postura firme respecto a China. Rubio, conocido por sus críticas al Partido Comunista Chino, señaló durante su comparecencia ante el Senado que China ha "mentido, robado y hackeado su camino hacia la supremacía mundial a costa nuestra".
A pesar de su retórica, Rubio ha reconocido que el diálogo con China es fundamental para la paz y estabilidad global. Este enfoque dual incluye trabajar con alianzas estratégicas como el grupo Quad (Australia, Japón, India y EE. UU.), que busca contrarrestar la influencia china en el Indo-Pacífico, mientras mantiene abiertas las líneas de comunicación con Pekín.
China responde: Entre gestos conciliadores y demostraciones de fuerza
China, por su parte, parece aprovechar la oportunidad para marcar un tono más positivo. Enfatizando la importancia de la cooperación mutua, Pekín envió un representante especial a la ceremonia de inauguración de Trump y ha mostrado flexibilidad en temas como el futuro de TikTok, un punto conflictivo en su anterior mandato. Según el profesor Da Wei de la Universidad Tsinghua, "los dos presidentes pueden tener un buen punto de partida" siempre y cuando se establezcan mecanismos de comunicación efectivos.
Pero China también está lista para responder con firmeza. Recientes regulaciones y leyes le permiten tomar represalias rápidas a cualquier acto hostil de Estados Unidos con medidas como aranceles, sanciones y restricciones a empresas estadounidenses en su territorio. Estas herramientas refuerzan la capacidad de China para proteger sus intereses en el caso de futuros conflictos.
¿Pragmatismo o estrategia electoral?
Algunos expertos señalan que la moderación de Trump responde más a necesidades de política interna que a un cambio genuino en su estrategia hacia China. Liu Yawei, asesor del Carter Center, señaló que Trump está adoptando un enfoque "más pragmático" en comparación con su primera administración. Este pragmatismo podría ser clave para abordar los desafíos económicos y responder al escepticismo de miembros del Congreso como Rosa DeLauro, quien instó al presidente a no ser indulgente con China.
Al final del día, la relación entre Trump y Xi Jinping refleja una pugna entre dos liderazgos fuertes y estilos contrastantes: el enfoque transaccional y a veces impredecible de Trump frente a la estrategia a largo plazo de Pekín.