Paraguay: La herida abierta de los desaparecidos durante la dictadura de Stroessner

Tras décadas de represión, el legado del régimen aún obstaculiza los esfuerzos por justicia y memoria.

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La dictadura de Stroessner y su oscuro legado

El 3 de febrero de 1989 marcó un aparente fin a la dictadura de Alfredo Stroessner en Paraguay, un régimen de 35 años que dejó 20,000 personas torturadas, ejecutadas o desaparecidas. Sin embargo, para muchos paraguayos, las sombras del régimen persisten, especialmente para las familias de los desaparecidos. Rogelio Goiburu, director de la Oficina de Memoria Histórica, lleva 47 años buscando respuestas sobre su padre desaparecido. Su lucha representa la de cientos de familias que enfrentan un complicado legado de silencio y olvido sistemático.

La dificultad de enfrentar el pasado

El régimen de Stroessner fue único en su capacidad para mantenerse en el poder y perpetuar su influencia incluso después de su caída. Como señala el historiador Alfredo Boccia, "este es probablemente el único país en el que el partido político de un dictador sigue gobernando prácticamente sin interrupción". Esta continuidad política ha dificultado la rendición de cuentas, al punto de omitir la dictadura en los currículos escolares y de que muchas calles en Asunción lleven los nombres de líderes militares de esa época.

Buscar justicia sin recursos

A diferencia de países como Argentina con su Banco Nacional de Datos Genéticos, Paraguay carece de recursos suficientes para identificar a las víctimas de desapariciones forzadas. Durante una excavación liderada por Goiburu entre 2009 y 2013, se encontraron 15 cuerpos, pero solo cuatro pudieron ser identificados. Todo esto a pesar de un sistema judicial que sigue siendo influenciado por la cobertura política y social que heredó del régimen stroessnerista.

Recuperar la memoria contra corriente

Además de la indiferencia del estado, las familias enfrentan estigmatización y aislamiento. Por ejemplo, Goiburu ha encontrado resistencia al pedir muestras de ADN, ya que algunas familias temen ser etiquetadas como comunistas, un vestigio de la paranoia anticomunista del régimen. “Cada desaparición ataca el derecho a llorar", dice Carlos Portillo, miembro de la Comisión de Verdad. "Es el derecho más básico que se les niega.”

La lucha interminable de las familias

Las historias de Celsa Ramírez, Melba Bernal y Rogelio Goiburu reflejan el dolor de una nación que aún no ha cerrado las heridas de la desaparición forzada. Mientras que Celsa, una exmilitante comunista, busca a su esposo desaparecido en 1975, Melba lleva 36 años tratando de encontrar a su hermana Olga. En todos los casos, las familias luchan contra la burocracia, la indiferencia social y, a menudo, amenazas directas solo por buscar la verdad.

El peso de la justicia pendiente

En otros países de América Latina, la justicia avanzó después de años de dictadura. México cuenta con iniciativas ciudadanas para exhumar cadáveres, mientras que en Chile y Argentina se han llevado a juicio a perpetradores. Sin embargo, en Paraguay solo un puñado de responsables han enfrentado penas significativas, y más de 400 familias aún esperan respuestas claras sobre el destino de sus seres queridos.

La resiliencia como respuesta

"Sueño con él toda la semana," dice Goiburu en referencia a su padre. "No solo era mi papá, era mi amigo." A pesar del escaso apoyo oficial, Goiburu y otras familias continúan levantando un grito de memoria y justicia, una lucha que no solo busca encontrar cuerpos, sino también sanar consciencias colectivas en un país que parece evitar enfrentarse a su propio pasado.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press