Bielorrusia y la perpetuidad de Lukashenko: Elecciones sin elección

Un análisis profundo del régimen autoritario de Alexander Lukashenko, la represión y la dependencia de Rusia.

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Las elecciones como ritual: Un sistema diseñado para consolidar el poder

El pasado domingo, Bielorrusia celebró unas elecciones que, más que un ejercicio democrático, representaron un ritual político para perpetuar el gobierno de Alexander Lukashenko. Con 70 años, el líder conocido como el "último dictador de Europa" está listo para extender su mandato, que ya suma tres décadas.

Bajo el lema "¡Necesario!" acompañado de imágenes de un sonriente Lukashenko, la campaña fue un claro reflejo de un sistema político cerrado y controlado. Los vídeos promocionales mostraban a grupos de votantes supuestamente pidiendo su continuidad. Sin embargo, las voces disidentes, exiliadas o encarceladas, denuncian un fraude premeditado y una imposición.

Un régimen marcado por la represión

Tras las elecciones de 2020, que desencadenaron protestas masivas sin precedentes en el país, Lukashenko respondió con mano de hierro. Más de 65,000 personas fueron arrestadas, miles sufrieron violencia, y la represión llevó a Bielorrusia a un aislamiento internacional, enfrentando sanciones y condenas, particularmente de Occidente.

Organizaciones como Viasna, centro de derechos humanos, destacan que el número de presos políticos asciende a casi 1,300, entre ellos Ales Bialiatski, premio Nobel de la Paz. A pesar de los indultos a algunos prisioneros en los últimos meses, las detenciones arbitrarias continúan, dirigidas incluso contra amigos y familiares de disidentes.

Dependencia de Rusia y manipulación electoral

La relación entre Bielorrusia y Rusia se ha estrechado a niveles críticos, especialmente desde la intervención militar de Rusia en Ucrania, que contó con el apoyo logístico de Lukashenko. El líder bielorruso, quien permitió que el Kremlin desplegara armas nucleares tácticas en su territorio, ha usado el argumento de "paz y seguridad" para justificar su régimen, afirmando: "Es mejor una dictadura como en Bielorrusia que una democracia como en Ucrania".

Las elecciones de enero, adelantadas estratégicamente, se configuraron para evitar posibles disturbios y garantizar un control férreo del proceso. Observadores internacionales, como la OSCE, fueron invitados de último momento, cuando ya no era viable organizar una misión de monitoreo adecuada.

Incluso las urnas de votación carecían de cortinas, y estaba prohibido fotografiar los votos, limitando las herramientas para verificar posibles irregularidades. Según opositores, estas tácticas están diseñadas para facilitar el fraude electoral.

Oposición silenciada y el ejemplo de Sviatlana Tsikhanouskaya

Sviatlana Tsikhanouskaya, líder opositora actualmente en el exilio, calificó estas elecciones como "una farsa sin sentido, un ritual de Lukashenko". Desde su perspectiva, un país donde los medios independientes están destruidos, los partidos de oposición eliminados y las cárceles llenas de presos políticos no puede generar un resultado legítimo.

Tsikhanouskaya ha instado a los votantes a invalidar sus boletas como señal de protesta y ha pedido a los líderes internacionales que no reconozcan los resultados. Sus palabras resuenan en una Europa que todavía lidia con cómo manejar las violaciones a los derechos humanos en Bielorrusia.

El futuro incierto y el rol de la comunidad internacional

Con la legitimidad tambaleante incluso entre los propios bielorrusos, Lukashenko busca mantener a raya posibles conversaciones sobre el alivio de sanciones con Occidente. Sin embargo, el aislamiento y la dependencia extrema de Moscú limitan sus opciones estratégicas.

"Hasta 2020, Lukashenko podía maniobrar entre Rusia y Occidente, pero ahora su estatus es el de un satélite ruso", afirmó Artyom Shraybman, experto en Bielorrusia del Centro Carnegie Rusia y Eurasia. Sin embargo, advierte que, tras consolidar su poder nuevamente, es posible que intente restablecer algunos vínculos diplomáticos con Europa.

Conclusión implícita: Un ciclo difícil de romper

Las elecciones en Bielorrusia no solo reflejan el poder autoritario de Alexander Lukashenko, sino también un sistema profundamente reprimido, dependiente de Rusia y alejado de cualquier vestigio de democracia. Para muchos, romper este ciclo parece cada vez más lejano mientras continúe la represión y la falta de voluntad para el cambio.

Este artículo fue redactado con información de Associated Press