Estamos a puertas del fin de año, y es momento de evaluarnos para saber cómo estuvo nuestro año.

Para algunas personas, quizás fue un año maravilloso, y lograron cumplir con todos sus propósitos; como se dice, terminaron un año redondito, pero seguramente para otros no fue el mejor de los años, ya que tuvieron que enfrentar cambios laborales, cambios en su vida personal como divorcios o separaciones de pareja, enfermedades imprevistas, problemas económicos, problemas con los hijos adolescentes, entre tantas otras dificultades.

Pero lo importante es que sobrevivimos a penas duras, pero sobrevivimos y ya estamos caminando para llegar a la meta, o mejor dicho, casi arrastrándonos para llegar y poner término al año.

Sin embargo, habrá personas que fueron diligentes que se propusieron ajustar sus gastos y ahorrar para esas merecidas vacaciones que se darán este verano próximo. Otros que se propusieron dar el paso para iniciar una vida en pareja, la compra de una casa o un auto, terminar sus estudios inconclusos o comenzar una nueva carrera o porque lograron salir de sus deudas, entre tantas otras cosas; lo cual ahora los hace sentirse orgullosos de sus avances, porque a pesar de lo difícil del camino, con perseverancia y disciplina lo lograron y ahora pueden estar celebrando estos logros; sintiéndose triunfadores, porque llegaron a fin de año con la frente en alto.

Pero, seguramente, hay otros que, por más que lucharon por hacerle frente al año, no lo lograron y todos aquellos propósitos que tenían para este año quedarán archivados o sobreseídos hasta nuevo aviso. Seguramente las circunstancias se pusieron difíciles, la economía no dio abasto, la salud no los acompañó, como tampoco la energía o vitalidad para realizar sus proyectos. Cada uno tendrá sus motivos de por qué no logró su cometido; lo importante es que, a pesar de que muchos de nuestros deseos no se cumplieron, seguramente hicimos lo posible, lo que estaba en nuestras manos, pero por causas anexas no lo logramos.

También seguramente hay otros que todos los años se proponen un montón de cosas, pero solo se quedan en palabras, en sueños, en intenciones; sin embargo, no hacen nada por lograrlo, no se determinan de forma consciente y, por el camino, se van distrayendo, olvidándose completamente de sus anhelos.

Ahora pensemos cuál sería un buen propósito para este próximo año y qué se nos ocurre como meta para empezar este año nuevo. Ahora, por supuesto, con todas las intenciones y todas las ganas de lograrlo.

Para mí es un buen propósito el trabajar en uno mismo, fortalecer nuestra autoestima y nuestro amor propio, pero para ello debo ser comprometido conmigo mismo, trabajar en mi persona de forma consciente para ver esos cambios. Si deseo, por ejemplo, mejorar mi apariencia física, debo proponerme una rutina de ejercicios, una buena alimentación y un buen descanso, para que podamos ver esto concretarse; lo que a la larga me hará sentir mejor con mi cuerpo y con mi persona, mejorando sucesivamente mi autoestima. Además, este autocuidado que tendré conmigo me llevará también al camino del amor propio, porque si me cuido, significa que me valoro y que me estoy amando cada día más.

Otro propósito que se me hace interesante es trabajar en nosotros mismos a través de la terapia psicológica. Porque es cierto que cada uno ya identifica por lo general cuáles son sus heridas, cuáles son sus traumas, cuáles son sus pensamientos limitantes y aquello que impide que podamos avanzar.  Pero no solo es importante saber esto, sino también trabajarlo para poder crecer como personas, poder sentirnos mejor y superar estas barreras limitantes.

El crecimiento profesional es también otro propósito que debería estar presente. Deberíamos pensar en realizar algún curso de perfeccionamiento, estudiar sobre algún tema relevante que nos motive a desarrollar mejor nuestro trabajo o, por último, estudiar sobre aquello que nos gusta, que nos llama la atención, buscando información en libros, reportajes o documentales, lo que sea que nos ayude a interiorizarnos más en el tema. En definitiva, desarrollar nuestras pasiones, porque esto nos ayudará a mantenernos más motivados y también nos sirve de escape para esos momentos de estrés, porque hacer lo que me gusta y me llama la atención es una muy buena herramienta de crecimiento personal.

Y por último, también es un buen propósito dejar un espacio de nuestro tiempo para desarrollar actividades como hobbies donde podamos divertirnos, realizando aquello que nos hace feliz. Darnos la oportunidad y el tiempo para hacer cosas que nos alimenten el alma, que nos distraigan de la rutina que a veces se hace muy pesada. Apartar de vez en cuando un fin de semana de relajo o de ocio, para darnos un descanso fuera de la ciudad en contacto con la naturaleza, para despejarnos y desconectarnos, ya que muchas veces nos cuesta mucho darnos espacio y libertad para el descanso. Sería suficiente para liberarnos del estrés que tanto daño nos produce en nuestra salud y que muchas veces es inevitable, pero que se puede contrarrestar con un buen relajo de vez en cuando, que nos va a ayudar a retomar las fuerzas para seguir batallando durante el año.

Por otro lado, hagamos una evaluación de nosotros mismos, para saber cómo nos comportamos durante el año. No solo hacer un mea culpa de por qué no logramos cumplir nuestras metas, sino también evaluar otros aspectos, como, por ejemplo, qué aprendimos durante el año y qué enseñanzas nos dejó el enfrentarnos a los contratiempos que nos trajo este año.  Evaluar qué es lo que más valoramos del año, agradeciendo por ello y por todo lo bueno que trajo el año. Así como también entender que lo malo no es tan malo cuando te das cuenta de que te ayudó a crecer, que te hizo adquirir nuevas experiencias, porque el fracaso muchas veces nos ayuda a aprender y a no volver a cometer los mismos errores. ¿Tú qué opinas?

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