Reseña: Pinochet es un vampiro en la surreal y aterradora “El Conde”

Reseña: Pinochet es un vampiro en la surreal y aterradora “El Conde”
En esta imagen proporicionada por Netflix, Jaime Vadell en una escena de "El Conde". (Pablo Larraín/Netflix vía AP)

El dictador chileno Augusto Pinochet no está muerto en “El Conde” del director chileno Pablo Larraín. En cambio, es un vampiro de 250 años que vive en un semiexilio y desea la muerte en esta audaz alegoría sobre la tendencia de la historia a repetirse. Filmada en blanco y negro, la película es sublime y sobrenatural.

Es apropiado que el filme, que se estrenará en cines el viernes y en Netflix el 15 de septiembre, debute cerca del 50 aniversario del golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 que llevó a Pinochet al poder durante casi 17 años. El régimen de Pinochet torturó, mató y desapareció a 3.065 personas en nombre de la lucha contra el comunismo, pero todavía hay quienes recuerdan su legado en Chile positivamente.

Las malas ideas, advierte Larraín, tienen la tendencia a perdurar, mutar e infectar a las sociedades una y otra vez, incluso muchos años después de que supuestamente hayan sido disipadas y destruidas. Algo así como vampiros que viven en un exilio infernal y austero mientras herederos codiciosos tratar de reclamar lo que es suyo y mantener el flujo de dinero.

Larraín, el cineasta de 47 años detrás de “Spencer”, “Jackie” y “No”, siempre se ha considerado un autor político y ya ha señalado a Pinochet en películas anteriores. En “El Conde”, que coescribió, utiliza “el lenguaje de la sátira y la farsa política” para mostrar al mundo la verdadera naturaleza de un dictador que “nunca enfrentó la verdadera justicia”, dijo el cineasta en un comunicado.

Pinochet renunció en 1990 después de que los chilenos votaron contra el gobierno militar, sólo para asumir el papel de comandante en jefe del ejército y, más tarde, el puesto autocreado de senador vitalicio, hasta su dimisión en 2002. Murió en 2006 sin pasar por los tribunales chilenos. El hecho de que no haya sido llevado ante la justicia se concibe en la película como una situación que coloca al país en una especie de limbo eterno, condenado a seguir sufriendo a manos del General y sus discípulos.

Jaime Vadell, de 87 años, interpreta a Pinochet. Vuela por Chile como un superhombre malvado y envejecido, sin saber si quiere cazar o morirse de hambre y dejar que se le acabe el tiempo. Está cansado del mundo, pero también orgulloso. Se irrita especialmente cuando se sugiere que es un ladrón (asesino, en cambio, le parece bien). Alfredo Castro es su devoto mayordomo y también tiene hambre de sangre. Gloria Münchmeyer es serena y siniestra como su esposa Lucía y están atrapados con su descendencia de mediana edad, perezosa y arrogante, mientras una joven y bonita contadora/monja (Paula Luchsinger) intenta hacer un balance de los bienes del general pero también exorcizarlo. El personaje de Luchsinger, que enmascara su astucia con seriedad y grandes ojos abiertos, está diseñado y filmado con guiños a Renée Jeanne Falconetti en “La passion de Jeanne d’Arc” (“La Pasión de Juana de Arco”)

“El Conde” obviamente no es una lección de historia, pero en ella la información llega rápido. Podría rivalizar con “His Girl Friday” (“Luna nueva”) en palabras por minuto, lo que puede ser difícil de procesar en subtítulos para las personas que no hablan español, pero aquí es donde Netflix resulta útil: el diálogo es tan nítido que no querrás perderte ni una palabra. También hay un narrador de habla inglesa (cuya identidad se revela eventualmente), lo que le da una sensación de libro de cuentos caprichosamente macabra.

En esta pesadilla fantástica y alegórica, el sentido y la lógica deberían ser lo último en mente, especialmente cuando estas absorto en la espléndida fotografía del cinefotógrafo Ed Lachman, quien ha trabajado en filmes como “Carol” y “The Virgin Suicides” (“Las vírgenes suicidas”). Aparentemente, filmó con una cámara hecha especialmente para la película (una Arri Alexa Monochrome para cualquiera que esté interesado).

Quizá “El Conde” extiende su premisa efectista un poco más allá de su límite, pero es sin duda una experiencia cinematográfica embriagadora, abrumadora y cruda, que va muy bien de la mano con el gran thriller legal del año pasado “Argentina 1985″.

“El Conde”, un estreno de Netflix debuta en cines el viernes y en el servicio de streaming el 15 de septiembre, tiene una calificación R (que requiere que los menores de 17 años la vean acompañados de un padre o tutor) de la Asociación Cinematográfica de Estados Unidos (MPAA, según sus siglas en inglés) por “desnudos, sangre, violación, diálogos, contenido sexual y violencia fuerte”. Duración: 110 minutos. Tres estrellas de cuatro.

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