La tristeza de un hombre

La tristeza de un hombre
2013. (Facundo Arrizabalaga/EPA)

Ha anunciado su retiro. Hace algunos meses atrás, Daniel Day-Lewis ha dicho que deja la actuación.

D.D.L. ha llegado a un punto al que pocos hombres llegan, al punto del vacío, al instante previo a encontrase al borde de un precipicio en que todo lo que yace a sus espaldas es espejismo y perteneciente a otro universo.

En sus palabras Lewis lo ha dejado claro, ha dicho "sufro de una gran tristeza".

La tristeza de un hombre es equivalente a su grandeza.

Sólo falta elevarse un poco para ver desde lo alto la pequeñez del mundo y lo insignificante de nuestro portento.

Un hombre que está un peldaño por encima del resto, ve como todo queda por debajo de su horizonte; a éste no le queda más que alzar la mirada hacia el firmamento y desear estar en una constelación diferente.

Este sentimiento de abandono, de nostalgia, es lo que los grandes hombres sufren llegados a un punto en que no avizoran más rutas por donde transitar, en que no les queda mucho más por descubrir.

Cuando se ve la verdadera naturaleza de lo que rodea, el espejismo que hay por delante de los ojos ya no parece atractivo y se consume tan rápido como el mismo aliento que ha hecho que cobre vida.

Lo que sigue no es terminar con la propia existencia, ni con el transcurso normal de los días; lo que sigue puede ser incluso aún peor, y es vivir en un estado de tristeza eterna que gobierna el propio estandarte, el propio portento.

Conste que no es depresión, ni nada parecido, más bien es saber que se está en un sitio que no es el que corresponde. Es más, nada de lo anterior pertenece; el pasado no corresponde y el futuro es limitado, estrecho, y es posible que pertenezca a algún otro.

Se miran las propias extremidades como quien habita en otro cuerpo, o se experimenta la vida como ajena a uno, como algo que ya ha sido puesto a un costado para dar paso a otra existencia.

Los grandes hombres son tristes, tipos nostálgicos que parecen extrañar una época que nunca ha existido pero que debiera existir, una era de valores excepcionales, o al menos de obras excepcionales, o de motivos excepcionales, una época atrapada en un pasado añorado, o en un futuro inexistente.

Lewis (un gran hombre, al menos en cuanto a su talento) ha dado de lleno con la verdad de la vida, ésa que se revela justo al final de una ruta transitada con pasos de gigante.

Otros grandes hombres (no muchos en realidad) se aproximan al mismo estado. Es ver un espectáculo alucinante. Es cosa de abrir los ojos y observar con atención, no sólo las grandes obras en la pantalla grande, sino, además, en la vida que nos rodea. Más de alguno se sorprenderá de lo cerca que se está de la grandeza.

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