?C?mo hacer filosof?a mirando una publicidad de colchones?

Aunque suene contradictorio, hace un tiempo, surgió una reflexión filosófica entre mi novio y yo acerca de lo bello, lo justo, lo injusto, relacionado a la publicidad.

Todo surgió por un comentario que él hizo al ver una publicidad de colchones y a la gente que allí aparece. Dijo:-"Nunca van a mostrar a una persona como realmente duerme ni van a poner a nadie feo, todos son perfectos; y claro, lo feo no vende-." Concluyó. A lo que yo le respondo que justamente de eso es de lo que estábamos hablando en la clase de historia de la filosofía antigua; leyendo al Gorgias de Platón, donde Sócrates vincula directamente a lo bello con lo justo, o sea, si es justo es bello, (y no es una belleza referida sólo a lo estético sino más bien a una belleza del alma, del intelecto), refutando la posición de los sofistas de que lo injusto también es bello porque, aunque no sea justo, agrada o persuade al auditorio. En este caso los sofistas estarían representados por la publicidad de colchones y mi novio, con su comentario, quedaría del lado de Sócrates.

Y así, nos pusimos a debatir sobre lo justo e injusto de esta sociedad y del funcionamiento del mercado, que nos seduce, nos atrapa, nos manipula, respaldado en la belleza. "Lo feo no vende" dice mi novio, pero eso que llamamos "feo" también forma parte de la realidad, de la cotidianeidad, de lo privado y auténtico. El colchón no pierde su utilidad ni deja de ser colchón por mostrar a una persona común y corriente usándolo.

Pero esa realidad de nosotros mismos no es aceptada socialmente, simplemente porque no agrada a la vista; y así se van formando los estándares de belleza que son meramente artificiales y poco reales, pero no se vende por utilidad solamente, sino que se busca persuadir mediante la belleza, aunque ésta sea inventada.

Entonces, ¿qué es lo verdaderamente justo? ¿Mostrar la realidad tal como es o embelesar al ojo y seducir sólo para consumir?

Por supuesto que lo último es lo que funciona en el mercado, aunque la realidad de la vida cotidiana sea otra, ocultarla de nosotros mismos no la hace desaparecer.

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