Pep Guardiola y el jarabe de palo

Pep Guardiola y el jarabe de palo
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Este articulo fue publicado originalmente en Eurosport, escrito por Rubén Uría. El artículo original: http://www.eurosport.es/futbol/blog-uria-guardiola-y-el-jarabe-de-palo_sto5937176/story.shtml

Sus odios, sus reglas. Sus fobias, sus normas. El protocolo, reconocible: leña a Guardiola, haga lo que haga, diga lo que diga, pierda, gane o empate. Si gana con el Barça todo lo que se puede ganar y deja una huella imborrable, plomo al canto: mea colonia, es un falso humilde, un separatista infame y un asceta con hipo. Si pierde con el Barça, fiesta mayor, sin disimulo, con barra libre de reproches y al falso mantra de que sin Messi, no es nada, mientras sostienen que el argentino no es nadie sin Xavi e Iniesta.

Si gana con el Bayern, con el depósito de bilis hasta los topes, el club de la fobia señala que no tiene mérito, porque ganar en Alemania es un paseo por el parque. Si pierde con el Bayern, fracaso mayúsculo, humillación sin precedentes y premio al canto, ración doble de latigazos, con una saña directamente proporcional a la envidia que suscita. Si pierde con el City, festejo hasta bien entrada la madrugada en la caverna, celebrando junto al fuego y aprovechando el cartucho, que la caza no abunda mucho. Y si gana con el City, por supuesto, no es mérito de Guardiola, ni por asomo, sino una profunda traición a sus ideas y convicciones, porque ganó con un 40% de posesión y doblegó al equipo frente al que sus detractores decían que siempre se achicaba. Si pierde, jarabe de palo. Si gana, también.

Hay quien recela de la figura de Pep y está en su derecho. Hay quien no siente afección por sus ideas políticas y está en su derecho. Hay quien no comulga con sus declaraciones y está en su derecho. Incluso hay quien no se emociona por su fútbol y su permanente revolución táctica, y también está en su derecho. Ahora bien, algunos han traspasado hace tiempo el límite de la decencia, motivados por el afán de aniquilar a Guardiola por sistema, gane o pierda, diga o haga, simplemente por una mezcla de rabia incontenible y despecho. Ultrillas inflamados y marionetas cobardes, por desconocimiento profundo o por simple interés profesional, ya no esconden ni su feroz inquina, ni sus ansias de alegría. Campan a sus anchas y a la hora de intentar embarrar a Guardiola, aplican una violencia verbal sin precedentes en un oficio que dicen representar y no paran de avergonzar.

Es opinable si su fútbol tiene más o menos mérito, si sus equipos juegan mejor o peor, si su filosofía de juego es plausible o monótona. Y hasta es debatible si existen mejores entrenadores que él o no, porque existen otros tan buenos como él o mejores. Lo que empieza a lindar con una enfermedad incurable es la insistencia de determinados voceros a la hora de ensuciar el currículum de Guardiola, ignorando su trayectoria y su hoja de servicios.

Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y del universo no estoy seguro Albert Einstein

Hay algo delirante en quien niega la capacidad de Guardiola como magnífico entrenador. Hay algo surrealista en quien duda de su categoría, cuando hasta el propio Real Madrid, según Martí Perarnau, llegó a sondear a Pep para abordar su posible disponibilidad. Hay algo descacharrante en quien disfruta ultrajando a quien ha cometido el terrible crimen de ganar 14 títulos con el Barça y seis de seis en una temporada. Hay algo vengativo en quienes llaman fracasado a quien ha conquistado tres Bundesligas consecutivas. Hay algo insano en quien llama perdedor a quien gana campeonatos por diez puntos de diferencia, como si ganar en la última jornada tuviese más valor. Y hay algo turbador en quien se empeña en festejar la victoria de un equipo mientras llama perdedor a su entrenador. Hay, en cada zurra sistemática a Pep, un condimento esencial: un odio directamente proporcional al temor que les provoca.

Podrían haberse conformado con disentir de sus ideas, discutir sus tácticas o incluso debatir su modelo de juego, pero en vez de eso, han preferido deformar la realidad, dudar de su capacidad y pegarle de manera revanchista, incluso por placer, como si fuera un deporte olímpico. Con razón o sin ella, qué más da. Su fórmula: jarabe de palo, a discreción. Albert Einstein dijo: "Hay dos cosas infinitas: el universo y la estupidez humana, y del universo no estoy seguro". En el caso de los que se pasan la vida retratando al personal mientras se retratan a sí mismos, el diagnóstico no ofrece dudas: la estupidez siempre insiste. Y como sostenía Einstein, es infinita.

Rubén Uría / Eurosport

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