¡Ruge! Amy, ante la oscuridad

¡Ruge! Amy, ante la oscuridad
Saint Heron

No creo que sea una persona tan impresionante de la que se necesite escribir. Amy Winehouse.

Cuando me decidí a escribir algo sobre Amy, vino a mi mente uno de los más famosos poemas de Dylan Thomas, Do Not Go Gentle Into That Good Night (No entres dócilmente en esa buena noche). Eso por el hecho de que Amy rugió realmente al entrar a esa buena noche, la tarde en que, tratando de rehabilitarse por el consumo desmedido de crack, heroína, y belcebú sabrá que más vainas, se metió tanto vodka en la sangre que al final el cuerpo no le dio más. "Rage, rage against the dying of the light". Ruge, ruge ante la muerte de la luz. 416 mg de alcohol por decilitro de sangre fue lo que dejó en ese cuerpo delgado, maltrecho, chupado, hermoso.

Amy nació en los suburbios de un Londres seco, ya desgastado de sus tradiciones musicales, del heavy metal, del punk, una ciudad que ahora le hacía campo al indie, al pop, a lo que se escuchaba en esos años. Hija de judíos, en una familia disfuncional, con una madre farmacéutica y un padre taxista, con buenos amigos, con la escuela normal, el barrio no tan sano pero no tan podrido, en una ciudad gris. Una niña de 9 años que presenció el divorcio de sus padres, momento que la destrozó, con el descuido de su padre, a quien siempre volvería a pesar de su ausencia en momentos críticos, con una madre con poca voluntad que más que imponer su voluntad como madre soltera terminó siendo una molestia para la joven que buscaba abrirse paso entre ese ambiente familiar y lo que sentía muy hondo.

"Though wise men at their end know dark is right, Because their words had forked no lightning they Do not go gentle into that good night". Aunque los sabios entienden al final que la oscuridad es lo correcto, Como a su verbo ningún rayo ha confiado vigor, No entran dócilmente en esa buena noche. Amy sentía la música desde que su papá le cantaba Sinatra cuando pequeña. Ella la sentía como pocos lo hacen, como esa sensación, esa experiencia que nace muy profundo, mucho más adentro que el pensamiento, que sale de las tripas, de la carne abierta, de la herida que sangra y magulla y se pone morada y roja y sana, del espacio recóndito donde nadie nos puede molestar, de la noche que cada uno de nosotros lleva adentro, pero que pocos pueden aceptar.

Tal vez fue por eso que escogió el Jazz, y no el rock, no el punk, no el pop, no el country. Porque el Jazz en una música de liberación, de sentimientos profundos, de poco público y baja audiencia. Habla de cosas "aburridas" para muchos, quiebra zonas del ser que la gente no quiere que quiebre, toca, palpa, se mueve por medio de los vientos, del bajo, de la guitarra que agoniza con la voz del cantante, o que es coqueta y divergente besando los oídos del oyente. Amy era así, sentía las cosas de ese modo, in that way, y fue ese sentimiento el que le dio el éxito, pero también terminó matándola.

"Good men, the last wave by, crying how bright. Their frail deeds might have danced in a green bay". Llorando los hombres buenos, al llegar la última ola. Por el brillo con que sus frágiles obras pudieron haber danzado en una verde bahía. Todo comenzó para ella como un juego, nunca pensó ganarse la vida cantando, pero ¿Qué más da? La oportunidad se dio y empezó con las audiciones, con las pequeñas giras, con los toques en pequeños bares, lugares en donde ella sí disfrutaba cantar, aceptando el anonimato de forma cariñosa, intercambiando sus sentimientos por aplausos, complacida de poder decir lo que sentía y de que otros la entendieran.

Fumaba yerba, se relajaba, se tomaba sus tragos ocasionales, conocía gente que la apoyaba, que estaba en la industria y que la llevaba de la mano por esa senda tentadora pero peligrosa. Sus primeras canciones de aquel álbum llamado Frank, son poemas musicalizados, son notas, cartas, pequeños trozos desperdigados por su corta vida que iba tejiendo, cociéndolos palabra por palabra, metiéndoles música para presentarlos decentes a la escena del mundo. De ese disco hay temas profundos, sencillos en su forma y en su interpretación, no necesitan mucho para hacerse sentir, y aunque su calidad musical no signifique una revolución ni un premio por vanguardista, su voz y su sentimiento allí sí que significan muchas cosas.

"Wild men who caught and sang the sun in flight, And learn, too late, they grieved it on its way, Do not go gentle into that good night". Y los locos, que al sol cogieron al vuelo en sus cantares, Y advierten, demasiado tarde, la ofensa que le hacían, No entran dócilmente en esa buena noche. Ella no entró a la noche, a la oscuridad del lado musical dócilmente, las canciones de Frank rugían, rugían pequeñas historias de su barrio, de sus amores, de escenas cotidianas y mundanas, de su entrada tímida a la escena musical. La voz aquí no estaba tan rasgada, tan dolida, sonaba más dulce, más curiosa, de alguien que está probándose, que se deja llevar un poco a ver qué pasa, qué me puede ofrecer este mundo, una voz en desarrollo, algo reticente pero ya peligrosa.

Fue después que la tela se rasgó, que las cuerdas vocales comenzaron a mostrar el abuso del alcohol, el trajín del cigarrillo, de la heroína, del crack. Fue después que Amy comenzó a cantarle a ese amor que la construyó y desbarató por 7 años, y ese amor tenía un nombre: Blake Fielder-Civil. Un hijo de puta, un vividor, un pobre malparidito que vivía de fiesta en fiesta, en la escena de una Londres que le permitía ciertos lujos; drogarse, pasarla bueno, tener sexo con la que quisiera. l era un galán, lo sabía, no pudo resistirse a Amy y ella mucho menos a él. Mala decisión.

"Rage, rage against the dying of the light". Ruge, ruge ante la muerte de la luz. Se conocieron, tiraron, se enamoraron. Todo bien hasta ahí, sin embargo con Blake llegó la droga, y con la droga llegó la sustancia negra y viscosa, agria y demencial, que trataría de sellar el hueco que Amy llevaba en el pecho. Amor y drogas, la combinación que conocemos todos, y música de por medio para meterle sal a la herida, para que arda, que queme por dentro y por fuera. Si Sid apuñaló a Nancy hasta la muerte en el viaje más hijueputa de su heroinómana vida, Blake apuñaló a Amy con un amor tóxico, demasiado letal.

Fue en esas condiciones que nació su segundo álbum, Back to Black, o "Devuelta a la oscuridad", un álbum más oscuro que el anterior, mas profundo en sus composiciones, que explora a fondo la experiencia de las drogas en la carne, del amor en la sangre, de lo frágiles que podemos llegar a ser los seres humanos. Aquí hay un Amy distinta, una voz que no se cae porque los instrumentos no la dejan, porque la trompeta como que la levanta, porque el contrabajo le da pataditas en el culo para que no desfallezca, porque la guitarra no le deja soltar el ritmo. Pero es una voz que va en caída, va para abajo.

"And you, my father, there on the sad height, Curse, bless, me now with your fierce tears, I pray". Y tú, padre mío, allá en tu cima triste, Maldíceme o bendíceme con tus fieras lágrimas, lo ruego. A Amy la mató el abandono de su padre, su negativa a que se internara cuando tuvo la oportunidad, su ambición de convertirla en souvenir. La mató el amor, ese amor desmedido que la llevó a querer desintoxicarse solo si era junto a Blake, que la tomó entre sus manos y la volvió mierda. La mató la bulimia que padeció por años. La mataron los paparazis que nunca la dejaron en paz apenas tocó el cielo del estrellato, que la persiguieron, le dispararon con sus cámaras y retrataron su lucha, sus intimidades, sus vergüenzas. La mató su decisión de meterse toda esa cantidad de alcohol. La mataron los que hablaron mal de ella por haber caído en las drogas, los que no le dieron la mano cuando pudieron hacerlo, los que se hicieron los de la vista gorda... O tal vez nada de esto la mató, simplemente fue la música.

Que se muriera a los 27 es pura casualidad ¿O no? Yo creo que Amy no quería morirse, quería seguir haciendo música en lugares pequeños, para poca gente, para personas que no la persiguieran como chulos con cámaras y en busca de autógrafos. Para que la gente la comprendiera desde el silencio, en ese pacto que hacemos los melómanos con los músicos para decirles: "hey, estoy aquí, te escucho, eres una chimba, un hijo de puta que me conmueve, que me filtra la mierda del alma, que me hace sentir que vale la pena vivir, y lo vale porque hay gente como tú que hace buena música, con el corazón. Por favor, sigue haciéndolo". Y es que se vale ser cursi a ratos, porque lo cursi también parte del sentimiento, y cuando se profundiza más y se deja de lado eso cursi, eso barato, es que uno encuentra la experiencia de la música, la sensación mágica.

Amy revivió un género musical casi muerto, supo darle vida aun en sus composiciones negras y lluviosas. Amó como muy pocos, se drogó como los grandes, no porque drogarse sea bueno o malo, sino porque experimentó las emociones físicas más fuertes, también las espirituales, lo malo fue que no pudo salir de ellas. Su voz, sus rasgos faciales fuertes, sus ojos espesos, que enredaban al que los viera en una relación confidencial entre ambos, sus labios gruesos, como brochas de un pincel que rasga y dibuja, sus cejas pobladas, vivas, con maquillaje fuerte, marcado con negro sangre, el piercing en su labio superior, que tendría tantas cosas más por escribir sobre ella que cualquiera de nosotros, su cabello a lo Pin Up de los 60s, su pequeña sonrisa escondida, todas partes de un ser humano lleno de grises, nada de buena ni mala, de una femme fatale como ninguna otra, que logró dejar huella con su voz en esos lugares que tenemos prohibidos a otros, donde encerramos los fracasos, las derrotas, el rencor y los amores rancios y podridos.

"Do not go gentle into that good night. Rage, rage against the dying of the light". No entres dócilmente en esa buena noche. Ruge, ruge ante la muerte de la luz.

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