El complejo de Mauricio Garcés o "El todas-mías"

El complejo de Mauricio Garcés o "El todas-mías"

Yo no creo que el sexo de ocasión sea malo. De hecho, en estos tiempos se está desmitificando a la sexualidad y se le comienza a desligar del matrimonio, lo cual no sólo no tiene nada de objetable, sino que incluso me parece una actitud positiva y sana. El cuerpo es fuente de sensaciones placenteras, y la idea de que éstas sólo pueden disfrutarse dentro del vínculo matrimonial, o bien, al interior de una relación amorosa formal, es algo que no puede generalizarse. En última instancia, todos tenemos el derecho de decidir con quién compartir nuestro cuerpo.

En lo personal, no creo que haya que estar enamorado de alguien para disfrutar una relación sexual. Pero -y aquí hablo únicamente desde mi experiencia- sí creo que para que un encuentro así resulte placentero debe existir previamente el componente del Deseo. Y cuando me refiero al Deseo, realmente estoy hablando de algo muy complejo. No es la típica "calentura" que alguien puede sentir motivado únicamente al ver un cuerpo "bien formado" (es decir, un cuerpo que se adapta a los estereotipos promovidos socialmente por grupos de poder, y aceptados, sumisamente, por gente irreflexiva).

No, el Deseo tiene que ver con una experiencia más profunda. No es algo que se limite sólo a la experiencia visual. El Deseo, el más profundo y auténtico, se construye desde el lenguaje, porque es en ese ámbito en donde es posible establecer identificaciones, conscientes e inconscientes, que nos llevan a depositar nuestra libido sobre alguien más. El Deseo es una de las fuerzas más poderosas que existen, en tanto que nos ata a la vida, la impulsa y posibilita. Sin embargo, existen personas para quienes el Deseo no se encuentra depositado en el Otro, sino sólo y exclusivamente, en el hecho de poseer a alguien más. Para estas personas, el Deseo no está en función de un cuerpo concreto, de una persona en especial, sino en la posibilidad de acumular encuentros sexuales. Es decir, lo que importa, en el caso concreto de los hombres "todas mías", no es a quién conquistan, sino a cuántas mujeres pueden contar en su haber. No importa si éstas se adaptan o no a sus estereotipos de belleza, con que sean mujeres, para ellos es más que suficiente.

En esta nota me refiero exclusivamente a los hombres, no porque piense que a las mujeres no les ocurre algo similar, sino porque, en nuestra cultura, el "mujeriego" está aún mucho más de moda que la "ninfómana". 

Estos hombres a los que hago referencia, es decir, los mujeriegos, parecen ser personas movidas por una necesidad cuasi-compulsiva a querer acumular relaciones informales con muchas mujeres. En mi interpretación, son hombres tan necesitados de obtener el reconocimiento ajeno, que realmente no se detienen a pensar si necesitan realmente tantas mujeres como quisieran tener. Simplemente hay mucho de irracional en esa demanda cuantitativa de acumular mujeres como si fuesen "trofeos". No se detienen a observar, analizar y deconstruir a quien quieren "seducir", lo que implica que lo que sienten no es Deseo, sino compulsión, una que podría ser equiparable a la del coleccionista. Se trata, además, de individuos que esperan, ingenuamente, conseguir, con el menor esfuerzo posible, lo que esperan. Al final, todos esos cuerpos no llenan nada, sino que generan un vacío cada vez más grande, pues se trata de un vacío existencial. De todas esas mujeres, no logran hacer UNA que colme, de una vez por todas, esas demandas de afecto que se generaron en ellos, seguramente en su más tierna infancia.

El "todas mías" es un hombre que, lejos de propiciar respeto o admiración, inspira un poco de lástima por ser tan representativo de la soledad de nuestro tiempo, de la banalidad de nuestra cultura y de la superficialidad llevada al extremo. Inspiran todo esto porque presentan una notoria incapacidad para preguntarse qué es lo que realmente quieren y necesitan. Están condenados a ir por la vida sin respuestas porque son incapaces de hacerse preguntas. Viven como autómatas, en el mundo de la irreflexión. No hay mucha diferencia entre ellos y cualquier animal en periodo de reproducción. Están condenados a vivir la vida como una experiencia deshumanizada. Y no es que deban enamorarse para mejorar su situación. No, realmente no. Pero, si tan sólo pudieran comprender que es posible hacer de la conquista un arte, haciendo del Deseo un punto de reflexión y de perfeccionamiento.

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